Los factores de riesgo cardiovascular están dominados por la desigualdad social, económica y de género. La influencia de los determinantes socioeconómicos sobre la salud ha sido ampliamente documentada por estudios internacionales, pero en Canarias no había sido demasiado estudiada.

Sara Darias, profesora e investigadora de la Universidad de La Laguna (ULL), lleva años haciéndolo, y de sus indagaciones puede extraerse una conclusión clara: ser mujer, disponer de ingresos escasos y tener un bajo nivel de estudios incrementa las posibilidades de sufrir una enfermedad relacionada con el corazón o los vasos sanguíneos.

Más de 1.100 ciudadanos de las Islas participaron en este estudio, cuyos resultados se vertieron en la tesis doctoral de Darias. Aunque han transcurrido unos años desde su lectura -el trabajo se publicó en 2009-, sus conclusiones parecen plenamente vigentes en unos momentos en que las condiciones sociales y económicas no han hecho sino deteriorarse.

Darias lleva años trabajando sobre la relación entre desigualdades sociales y salud. Su interés surge de la evidencia de que la salud "no solo está condicionada por aspectos biológicos, sino que influyen el lugar donde el individuo nace, crece o trabaja", explica. Puesto que las dolencias cardiovasculares constituyen la primera causa de mortalidad en la mayoría de los países, decidió centrar su investigación en los factores de riesgo de dichas dolencias.

Los resultados indican que existe una desigualdad de género en los factores de riesgo cardiovascular, especialmente para el colesterol, el sedentarismo y el consumo de alcohol y tabaco.

Apuntan, igualmente, a que "a medida que descendemos en el nivel educativo y actividad económica, hombres y mujeres presentan mayor riesgo de consumo de alcohol". Lo mismo ocurre con los parados, los pensionistas y los estudiantes.

Llama la atención que los estudiantes mayores de 16 años sean un grupo de riesgo no solo para el consumo de bebidas alcohólicas y tabaco, sino también para el sedentarismo. El estudio considera necesario "analizar la efectividad de los programas que fomentan estilos de vida saludables" e incidir en responsabilizar a todos los agentes implicados -gobierno e individuo-" en esta tarea.

La investigación también ha detectado una asociación positiva entre educación y hábitos de vida sana, con la salvedad del tabaquismo en las mujeres. En este caso, cuanto más elevado es el nivel educativo, mayor es el consumo. De hecho, las mujeres que más fuman son las que tienen estudios universitarios.

El riesgo de padecer hipertensión arterial es mayor en las personas de bajos ingresos. La intervención de factores psicológicos -"una situación de dificultad económica genera estrés y esto conlleva peor salud", señala el estudio- puede explicar esta relación.

La incorporación de la mujer al mundo laboral no ha ido acompañada de mejoras en su nivel de salud, constata Darias, de manera que la actividad económica actúa como un determinante en este sentido para la población femenina. Esto hace aconsejable "establecer indicadores claros que permitan medir la desigualdad de la mujer, analizando la posición social y los roles que desempeña según la situación laboral, el trabajo realizado y las demandas familiares".

Así, revisar las categorías profesionales para evitar la desigualdad salarial entre sexos -que continúa reflejándose en las estadísticas oficiales-, "eliminar las relaciones laborales basadas en un sistema de patriarcado en el que las mujeres ocupan una posición sumisa y vulnerable" y "visibilizar el trabajo que desarrollan las cuidadoras" son algunas de las tareas que han de acometerse para atajar estas desigualdades.

Una iniciativa europea

Sara Darias trabaja en un grupo internacional que, en colaboración con instituciones como la Comisión Europea y la OMS, que busca reducir las desigualdades en salud en Europa a través de proyectos, desarrollo de estrategias y asesoramiento. En la actualidad está embarcada en dos proyectos financiados por la CE para investigar el efecto del desempleo y las medidas de austeridad a los jóvenes y articular programas de promoción de la salud para amortiguar las desigualdades.