Un "Nabucco" con una denominación de origen. Eso fue lo que se encontraron anoche los espectadores que se dieron cita en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife para ser testigos del regreso, veinticinco años después de su última representación en la Isla, de una de las obras maestras de Giuseppe Verdi.

En el vestíbulo la atmósfera era de estreno. Existía una sensación de incertidumbre ante un proyecto operístico que madura en torno a las voces del triángulo formado por Carmelo Corrado Caruso (Nabucco), Micaela Carosi (Abigaille) y Alessandra Volpe (Fenena), complementado con un coro excepcional. El público, en su gran mayoría, conocía el contenido de la trama, pero la gran incógnita de la velada era ver cómo había resuelto el maestro Stefano Monti, director de escena de "Nabucco", una producción que ha cobrado vida en Tenerife.

Monti se encomendó a un proyecto que no ha tenido que cruzar el Atlántico para instalarse en el Auditorio. Como mucho, tuvo que recorrer un largo tramo de la TF-1 para unir el solar en el que se construyeron unos monolitos gigantescos y el escenario por el que transitaron los protagonistas de una ópera que sigue apretando los corazones de los amantes de este género. Esa forma diferente de edificar un espectáculo de esta envergadura, relacionada con un abaratamiento de los costes y la optimización de los recursos ya existentes, dieron como resultado un producto que no desluce porque sus controles de calidad son exquisitos.

Miguel Ortega fue el responsable musical de un drama en el que sobresale Carosi, una voz verdiana que atrapa a los espectadores por una contundencia igual de impactante que el fácilmente reconocible coro "Va Pensiero...". Fue una noche de emociones: sentimientos individuales como los que propagaron Carmelo Corrado Caruso y Alessandra Volpe, y transferencias emocionales grupales que acabaron por conquistar los gustos de una audiencia que se vio recompensada por una representación de gran calado. Valió la pena. La espera que se alargó durante semanas -con una supervisión milimétrica de Monti sobre lo que se estaba haciendo en Santa Cruz de Tenerife- se vio recompensada por una crítica, a tenor de la proporción de aplausos que se escucharon en la Sala Sinfónica, que dio su visto bueno a un "Nabucco" diferente. Algunos viven con el convencimiento de que Verdi nunca falla. Puede ser. Pero cuando en la escena hay grandes músicos y buenos intérpretes, lo que queda es que las personas que están en la sombra realicen bien su cometido. Y anoche nadie falló en el Auditorio. Fue el estreno deseado.