Ernesto Rodríguez Abad está muy liado estos días. El Festival Internacional del Cuento de Los Silos (www.cuentoslossilos.es) ya está en camino, y todavía hay mucho trabajo por hacer y coordinar. El alma mater de este encuentro, gracias al apoyo de mucha gente, ha convertido Los Silos en un pueblo de cuento, en un lugar reservado para soñar y disfrutar del encanto y la magia de las palabras. El escritor y profesor de Literatura en la Universidad de La Laguna ahonda en el sentido de esta bella locura.

¿Qué ha representado para usted las 18 ediciones que este año se cumplirán del Festival Internacional del Cuento de Los Silos?

Trabajo y responsabilidad. Cuando una cita de estas características crece y ello es aceptado por el público año tras año, tienes que estar siempre en alerta. No puedes pensar que todo está hecho o que ya has logrado los objetivos. Siempre quedan cosas por hacer; el mundo del cuento es inagotable. Cada año es un gran ejercicio de creatividad. Además, el festival representa la lucha por convencer a las instituciones. Es ardua la tarea de buscar fondos.

¿Cuál ha sido la evolución y cómo ha sido posible crecer tanto en este periodo?

Hay dos tipos de crecimiento a través del festival: uno es el que se ve nada más llegar a la plaza, cuando llega la gente, cuando hacen colas para comprar entradas, cuando se cuelga el cartel de agotado o cuando repaso la programación y compruebo la cantidad de personalidades imprescindibles en el mundo de la cultura que han pasado por Los Silos. Y luego hay otro crecimiento que me importa mucho: es el interior, es el efecto que hace la literatura y el arte en quien la consume, en quien escucha y disfruta cada año. El impulso lo ha dado siempre el público: su interés, su respeto por lo que hacemos. Todo esto lo resumo en la cara de una niña mientras escucha un cuento en la plaza. Su sonrisa era especial. No hay nada comparable con el rostro de alguien mientras escucha un cuento.

¿Por qué se empeñó en consolidar esta cita cultural de alcance internacional en un lugar tan pequeño? ¿Cuál fue el motor de la primera convocatoria y cuál la fortaleza que lo ha mantenido?

Amo profundamente mis raíces; sin ellas no podría construirme día a día en todo lo que hago. Desde muy joven me entusiasmaba leer al lado de las rocas; de niño me enloquecía ir a Erjos y ver cómo hacían carbón o cómo se contaban historias sentados frente al brasero, en las viejas cocinas... Todo eso es mi pueblo, y fue mi impulso y mi inspiración para construir el festival. Cuando viajaba invitado a festivales, descubría narradores extraordinarios e imaginaba diseñar un festival profesional en el que mezclar lo popular y lo literario, lo artesanal y lo artístico: dos mundos que Los Silos me ha dejado conjugar y manipular, en el buen sentido, como el artista que crea con arcilla. El primer festival fue un ejercicio de hacer creer a mucha gente que el cuento era algo importante; era un arte escénico con la misma categoría que otras artes. Fue arduo. Hace 18 años no había tanto movimiento de narración como ahora".

¿Qué impacto real tiene el festival y cómo se vive en la Isla Baja? ¿Qué cosecha se recoge?

Son varias las cosechas. Me alegra que lo cultural revierta económicamente en muchas personas y empresas, pero me da la impresión de que siempre tenemos que justificar la cultura, que tiene que haber un rendimiento material. El arte tiene muchas repercusiones inmateriales; esas son las importantes. No se ven pero van haciendo mella; van cambiando mentalidades, conceptos... La cultura es necesaria y es un derecho. Para mí el festival se ha convertido en una manera de reivindicar ese derecho. El arte de hacer soñar es muy cercano al arte de la palabra. Es en eso en lo que creo: construir quimeras para crecer".

¿Quiénes están detrás del grupo profesional y cuál es el grado de apoyo del pueblo, de la universidad y de las instituciones?

Han pasado muchas personas en tantos años. Ahora hay un equipo cada vez más profesional, con más sentido de la responsabilidad que es construir un hecho como este. Las instituciones y la universidad tienen la obligación de apoyar este tipo de iniciativas que conecten el conocimiento y la cultura con la gente. Las personas que estamos detrás tenemos algo común: creemos en la palabra como un arma para comprender mejor al ser humano".

¿Cuál es la clave de tanto éxito acumulado? ¿Qué valor ha tenido en la consolidación de la muestra el apoyo de los vecinos?

Yo defiendo que un festival lo hace el público; sin él no habría éxito, sin su emoción, sin su aliento. En cuanto a la segunda parte de la pregunta, el pueblo fue creyendo poco a poco. Era lógico. Hace unos años nadie narraba cuentos. Ahora creo que nadie entendería diciembre sin cuentos en Los Silos. Este año crece la participación; la gente siente que es nuestro festival, que es del pueblo".

¿Ha sido difícil mantener la participación de narradores y artistas de otros países? ¿Cuál es la política de selección de creadores?

Siempre selecciono pensando en la diversidad, en la pluralidad a la hora de narrar. No hay una única forma de hacer arte. El arte es libertad. Busco y trato de conocer a cada invitado. Es difícil, ya que hay que jugar con muchos factores, partiendo de la necesidad de encontrar narradores que hablen nuestra lengua. Pero siempre es la profesionalidad lo que prima.

Este año se rinde homenaje a Viera y Clavijo, ¿cómo se realza su figura

Viera y Clavijo vivió en Los Silos una pequeña temporada de su vida. Allí creo el primer periódico de las islas; allí hizo teatro, escribió y conoció a Diego Pun. Los dos se fundieron en el Barón de Pun, lo popular y lo culto en uno. Queremos destacar su lado más olvidado: al didacta, al que escribió para niños, al traductor de cuentos ejemplares para la educación. Resucitaremos alguna de sus pequeñas piezas teatrales y le hemos dedicado una original exposición.