Fernando Piedrafita era el joven copiloto del avión Douglas DC-3 de la compañía Spantax que el 16 de septiembre de 1966 despegó de Los Rodeos a las 8:21 horas con destino a la isla de La Palma. Más de 47 años después, narra en primera persona cómo vivió aquellos "momentos de gran angustia" antes y después del amerizaje forzoso en la costa de El Sauzal. Un accidente que se saldó con una sola víctima mortal gracias a la pericia de los pilotos, el "ejemplar comportamiento" de los pasajeros y la ayuda de varios pescadores.

Piedrafita recuerda que el avión Douglas DC-3 realizaba el vuelo IB-261 y despegó del aeropuerto de Los Rodeos "con las nubes en medio y a ras de pista". Llevaba a bordo "como tripulantes a Eugenio Maldonado como comandante -fallecido en 2011-, a mí como segundo piloto y a la azafata de vuelo, María del Carmen Vázquez, además de 24 pasajeros, entre ellos un niño y dos bebés".

"La avería se manifestó a las 8:27 horas, cuando el avión volaba a 2.600 pies de altímetro, y siempre metidos en nubes. Escuchamos un fuerte y continuado ruido en la cabina, percatándonos en el panel de instrumentos, de que se había producido el embalamiento de la hélice del motor izquierdo, lo que puso a tope el indicador de revoluciones por minuto. Esto obligó al comandante a ordenar la parada del motor y el abanderamiento de la hélice, maniobra que realicé yo", subraya.

"El motor si se paró, pero la hélice no quedó en la posición indicada debido a fallos mecánicos. Al darnos cuenta de la gravedad del momento y al no poder mantener la altura con el otro motor, que pusimos a la máxima potencia, informamos rápidamente a la torre de control del aeropuerto de Los Rodeos de que estábamos en situación de emergencia y de la necesidad de realizar un amerizaje forzoso. El avión inició un régimen de descenso peligroso, al tiempo que disminuía la velocidad -detalla Piedrafita-. La posición de mandos fue siempre totalmente contraria, con los mandos de las manos totalmente a un lado y los pies hacia el contrario, para que el avión volase lo más recto posible".

"Después de maniobrar con serenidad y pericia el avión, ajustándonos a los procedimientos de emergencia, se ordenó a la azafata que informara a los pasajeros de que íbamos a realizar un amerizaje para que se pusieran los chalecos de emergencia. A las 8:40 horas -recuerda-, el comandante realizó la maniobra con éxito lo más cerca posible de la costa".

Piedrafita reconoce el papel clave que jugaron los pescadores de la zona: "Por fortuna, en las cercanías se encontraban varias embarcaciones de El Puertito de El Sauzal, que observaron el descenso del avión y se dirigieron con rapidez al lugar para prestar auxilio. Si no hubiera sido por ellos, podría haberse producido alguna otra desgracia. Y hasta ahora no se ha agradecido lo suficiente la actuación de los pescadores".

"Mientras el comandante y la azafata se encargaba de la evacuación del avión, yo, después de finalizar los procedimientos de emergencia, me tiré al agua para ayudar a varios pasajeros a subir a las barcas que se acercaron. Algunos pasajeros consiguieron abandonar el avión pasando directamente a las embarcaciones. Las mujeres y los bebés fueron rescatados rápidamente y trasladados a tierra y, a continuación, se rescató al resto de los pasajeros que permanecían en el agua. Cinco minutos después del amerizaje, el avión comenzó a desaparecer en el agua".

El copiloto achaca la única víctima mortal a un ataque de pánico: "A bordo del DC-3 permaneció un pasajero asido a la puerta de salida del avión, presa de una fuerte excitación, y se negó a abandonarlo. El comandante, desde encima del fuselaje, intentó convencerlo, pero al ver que el aparato comenzaba a hundirse y a inclinarse hacia adelante, tuvo que lanzarse al agua. El DC-3 se hundió con el pasajero aferrado a la puerta".

Varios pasajeros se quedaron sin ganas de volar más ese día: "Poco después apareció un helicóptero de salvamento de la base de Gando que aterrizó en la costa y evacuó a 16 supervivientes a Los Rodeos. El resto no quiso subir a la nave y se marchó andando".

"Aquella tarde fue rescatado, por un equipo de buzos, el cuerpo sin vida del pasajero que se negó a abandonar el avión. Lo encontraron en el fondo aún agarrado a la puerta, a una profundidad de 30 metros", lamenta Piedrafita.