El jazz fluye por las venas de un músico de formación clásica que tiene claro que "no hay recompensa sin riesgo". El pianista dominicano Michel Camilo (1954) es el invitado de la vigésima edición del Concierto de Navidad de Puertos de Tenerife que se celebrará mañana en la Dársena de Los Llanos (21:00 horas). "Va a estar divertido", asegura un creador que compuso su primera canción a los seis años, que estudió medicina y que se hizo con una cátedra en el Conservatorio Nacional de su país. Ganador en 2013 de un Grammy Latino ("What''s up"), Camilo tiene en su haber un segundo Grammy Latino, un Grammy y un Emmy.

¿Qué llevó a un músico de formación clásica hacia los ritmos del jazz?

Eso es una herencia. El jazz es parte de la diáspora africana que se hizo fuerte en el Caribe y en América del Norte. Los latinos nos sentimos muy unidos a él porque es un punto de encuentro para distintas músicas. Los patrones rítmicos son parecidos, pero siempre hubo un comercio abierto entre Nueva Orleans y el Caribe.

¿Por ahí hay que buscar los orígenes del latin jazz?

Primero hablaron del teñido español o hispano que lentamente se convirtió en afrocubano y acabó derivando en el latin jazz. Las raíces son comunes y rítmicamente hablando está todo ahí. Esa es una puerta que abrieron Dizzy Gillespie y Charlie Parker cuando ellos comenzaron a incluir las congas y los bongos en el jazz en los años 30 y 40. Aunque antes de eso, yo he escuchado en una colección que se llama "Jazz piano" a Jelly Roll Morton tocando habaneras, por lo que es muy fácil distinguir esa conexión... No sé cómo pasó, pero pasó.

¿Pero qué ocurrió para que se quedara atrapado por este género?

Cuando llegué a Nueva York tuve la enorme fortuna de conocer al gran Mario Bauzá, una leyenda viva de la trompeta y saxofonista en su vejez. Fue director musical de las bandas de Chick Webb, del Cotton Club, de Cab Calloway y, más tarde, de la de Machito. ¡Qué historia! Él fue una especie de padrino musical para mí. Tenía la colección completa de la música de Lecuona y un día me dijo. Estudie esto porque usted tiene fluidez al piano. Me la prestó durante dos años. Bauzá estaba en medio de todo el lío de los años 30 y me contó las experiencias que compartió con Quincy Jones y en los inicios de Miles Davis Él andaba por todos esos clubes. Mucha gente desconoce que Parker y Gillespie tocaron con Machito. ¿Cómo no me iba a enamorar del jazz? La cuestión es que no hay tantos muros entre el jazz caribeño y el que se hacía en América del Norte. Al contrario, existía mucho tránsito de un lado para otro.

¿La fusión jazzística, pues, no es un invento reciente?

No lo es... Con Mongo Santamaría eventualmente tocó Herbie Hancock de pianista, a Wayne Shorter también se le vio junto a él y hasta Freddie Hubbard colaboró en alguna ocasión... Siempre se dio un amor de lado a lado porque era una vía en la que los músicos se movían en ambos sentidos. En el Grammy Latino que acabo de ganar compartía nominación con Brent Fischer. El mismo Benton Marsalis ha añadido un repertorio latino a la programación del Lincoln Center. El jazz es como un gran árbol que tiene muchas ramas.

¿Pero el jazz fue alguna vez una "válvula de escape" para alejarse de su patrón clásico?

Yo creo que eso forma parte de mi maduración como músico... Si Dios me entregó la enorme ventaja de moverme en la clásica y el jazz yo no corto esas alas. Si puedo transitar en esos dos mundos por qué voy a negar uno para favorecer al otro. Eso es algo que me explicaron bien las hermanas Labèque cuando me escucharon por primera vez: ¿Tú eres clásico?, me dijeron. Les conté que había estudiado clásico, pero que la vida me había llevado hacia el lado de los jazzistas. Recuerdo que insistieron en que no dejara una cosa para centrarme en la otra y me invitaron a una gira a tres pianos. El repertorio se llamaba "Música del siglo XX" y ahí había de todo; desde Stravinski a Béla Bartók, pasando por Chick Corea, John MaLaughlin, Gershwin y también había un poco de Michel Camilo (ríe). Incluso tocábamos piezas de Bill Evans... La verdad es que aquello era un poco surrealista, pero funcionaba.

¿Mover una composición propia en el circuito clásico está más sencillo hoy en día por el auge de las nuevas tecnología?

No crea (sonríe)... Los programadores aún tienen mucho miedo con las audiencias. A veces yo me he aprovechado de esa ausencia de riesgo para aparear algo mío con un Gershwin; con una obra que no les asuste. Entonces yo utilizo el anzuelo de darle lo conocido y algo más. A veces, incluso, les pongo a Ravel y todo solucionado. Es muy raro tener un compositor vivo que pueda tocar sus obras. De Gershwin o Lecuona tengo la capacidad de estar en muchos líos. Son dos figuras claves en cuanto de apertura de mente musical.

¿Le gusta arriesgar?

Yo sigo puliendo el diamante propio para ver hasta cuándo puede brillar. ¿Sabe una cosa? Las etiquetas son peligrosas; cuando te pegan una igual no logras ampliar tus horizontes... Tenga claro que no hay recompensa sin riesgo.