Las ciudades son como las personas, tienen su propio carácter, su manera de ser, su particular forma de celebrar los buenos momentos y de enfrentarse a las dificultades de la vida. Una ciudad no es solo un callejero, ni un conjunto de imágenes digitalizadas en el Google Maps. Una ciudad es sobre todo su gente, y eso en Santa Cruz lo sabemos muy bien. De la misma manera que nos ocurre a sus habitantes, la capital pasa por sus buenas y malas rachas, vive momentos de plenitud y otros de frustración, e incluso, llegado el caso, puede enfermar como cualquiera de nosotros.

Y lo curioso es que las dolencias de un colectivo no son muy diferentes de las que aquejan a los individuos que lo componemos; sobre todo, aquellas afecciones más fáciles de contagiar y difíciles de tratar, como son las que alteran nuestras emociones.

En Santa Cruz llevamos demasiado tiempo de dificultades, de complicaciones, de parálisis y de algo muy parecido a la decadencia; y en esta situación es muy fácil confundir los síntomas y caer en la frustración.

Sin embargo, yo no creo que la ciudad esté enferma ni aquejada de ningún mal irresoluble, más allá de los duros efectos de una crisis que nos pilló con el pie cambiado, y de algunos errores de bulto cometidos por unos gobernantes que, después de tres décadas de hegemonía en el poder, se niegan a aceptar que su ciclo ha terminado.

Pero si miramos a nuestro alrededor, nos damos cuenta de que España ha dejado atrás por fin la recesión más larga de la Democracia. Nuestra economía ha recuperado la senda del crecimiento; la inversión extranjera ha crecido como nunca, un 76%; las cuentas públicas empiezan a estar en orden; y se han inyectado más de 105.000 millones para ayudar a las comunidades autónomas, cabildos y ayuntamientos, una liquidez extraordinaria que ha salvado más de 400.000 empleos en los proveedores de las administraciones públicas.

Además, empezamos el nuevo año con las mejores noticias posibles: La fuerte caída del paro y el alza en la afiliación a la Seguridad Social en diciembre, y el extraordinario comportamiento de la prima de riesgo y de la inflación, confirman también que estamos en el buen camino, aunque es largo el trayecto que falta por recorrer.

El 2014 será sin duda el año de la recuperación en nuestro país, como acreditan las grandes cifras de la economía, y lo será gracias al acierto y la firmeza de un Gobierno que está poniendo las cosas en su sitio. Pero lo será también, y en mayor medida, gracias al sacrificio de muchos ciudadanos, que lo han pasado peor que nunca para revertir una situación que parecía irreversible hace solo dos años.

Precisamente, de esfuerzos y sacrificios sabemos mucho en Santa Cruz, y por eso estoy convencida de que nuestra capital no se quedará atrás en la recuperación que nuestro país ha emprendido. Lo peor ya ha pasado, evitar la bancarrota y el hundimiento; pero queda lo más complejo, consolidar la recuperación y conseguir que las mejoras de la macroeconomía lleguen al bolsillo de familias y emprendedores.

El trabajo grueso está hecho. Ahora toca el trabajo fino, y ese es otro cantar diferente, en el que además de las aptitudes entran en juego nuestras actitudes particulares, las de todos y cada uno de nosotros. Y lo primero será volver a creer en nuestras capacidades y posibilidades, como ya confían los inversores internacionales. Por eso, en una noche mágica como la de hoy, víspera del amanecer más ilusionante del año, en mi carta a los Reyes Magos solo puedo pedir un deseo: Ojalá que seamos capaces de poner en común el talento y la creatividad suficientes para reinventar entre todos la ciudad que nos merecemos.

(*) Portavoz del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Santa Cruz y vicesecretaria regional del PP de Canarias