¡Lo que son las cosas! Si hay una figura en el Santoral de la Iglesia Católica que esté presente en la vida de los comunes mortales, creyentes o no, esta es la de Santa Bárbara, sobre todo si hay tormenta, haciendo verdad la voz popular de "nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena". La mayoría, con la excepción de contados valientes - que haberlos, los hay- , nos hemos asomado de pequeños al mundo del miedo, con las mismas caras de incertidumbre y tristeza, sin entender el por qué del tronar del cielo, de la fugacidad de los rayos y del pozo de negrura y silencio en la que luego nos sumimos tras la tormenta. El miedo se presiente en la boca y en el frío que rodea nuestro cuerpo, tienes la sensación de masticar algo intangible que destila un líquido agridulce, justo detrás de los molares, y es ahí cuando invocamos a Santa Bárbara, sobre todo si se es artillero. Así que la pobre tiene la hoja de servicio llena de misiones de una parte a la otra del planeta.

Cuentan las voces autorizadas que la virgen y mártir nació, en Anatolia -actual Turquía- en el siglo III, y que de joven se convirtió al cristianismo por lo que fue encerrada en su castillo por su padre Dióscoro, que era pagano, en un intento de forzarla a la apostasía. Cosa que no consigue, por lo que le infligió toda clase de maltratos y torturas hasta terminar decapitándola personalmente, momento en el que en castigo a su maldad, fue fulminado por un rayo que aseguran destruyó la torre en la que estaba presa la Santa. A partir de entonces se ha convertido en una de las santas cristianas más universales y populares, como lo prueban la advocaciones de numerosas profesiones que se acogen a su patronazgo, casi unánimemente a nivel mundial. Entre ellas podemos citar a los mineros, a los ingenieros de minas, a cuantos trabajan en la preparación de explosivos o la fabricación de armas de fuego; a algunas marinas como la italiana, a un gran número de los cuerpos de bomberos como los de Francia e Italia, de algunas poblaciones españolas y de la mayoría de las naciones de Iberoamérica, así como para la casi totalidad de los artilleros del mundo cristiano e incluso de algunos países musulmanes.

Su festividad se celebró el pasado día 4 de diciembre, a pesar de que fue jubilada del Santoral católico en 1969 por el Concilio Vaticano II -convocado por el Papa Juan XXIII-, al considerar que no había suficientes pruebas documentales que justificaran sus méritos para ser catalogada como tal.¡ Cosas de la iglesia y de la Hoja de Servicios de la primera artillera! , pues desde el nacimiento de la artillería medieval - probablemente por la referencia del trueno que acompañaría al rayo destructor del relato de su martirio-, los soldados europeos se acogieron a su protección, como se demuestra en un documento de 1431 en el que especifica que las compañías de artillería francesas se constituían bajo el amparo de esta Santa, o en otro que recoge los estatutos de 1477 de los culebrineros y los arcabuceros de Gante, en los que también se menciona. Lo mismo ocurre en España, donde la primera referencia a la devoción y culto público a Santa Bárbara se cifra en 1248 y se refiere a la conquista de Alicante y su castillo por don Alfonso X el Sabio. Algunos siglos más tarde, en el tratado sobre la Artillería española de Luis Collado de Lebrija, fechado en Sevilla en 1606, se reconoce y explica la advocación a Santa Bárbara en dos capítulos que tratan "De la compañía y congregación de los artilleros bajo la devoción de la gloriosa Santa Bárbara".

¡La Santa con tanto trajín, con tanto artillero que proteger, con tantos miedos que aplacar, con noches de tormenta por doquier y van y se olvidan de anotarle en la hoja de servicios su quehacer!