Parcialmente apartada, junto con su marido Iñaki Urdangarin, de la vida oficial, la Infanta Cristina tiene ahora la oportunidad de declarar en su defensa ante la Justicia, una posibilidad que el procedimiento judicial proporciona a todos los ciudadanos encausados ante indicios de un presunto delito, a la que también tiene derecho la Infanta, como cualquier ciudadano, dado que como todos somos iguales ante la Ley, doña Cristina de Borbón también tiene que serlo, y por lo tanto con los mismos derechos y deberes.

Que el juez Castro cumpla con su deber imputando a la Infanta no debe alarmar ni asombrar a nadie, puesto que la imputación en sí no es sinónimo de delito o condena, simplemente se trata de un procedimiento que permite al juez investigar y tomar declaración directamente a la persona afectada, y a ésta, en justa correspondencia, le permite defenderse y contestar lo que estime conveniente, incluso si quiere puede negarse a declarar o hasta mentir.

Ya hubo un intento de imputación a la Infanta en mayo de 2013, pero de los tres magistrados de la Audiencia de Palma de Mallorca que tenían que decidir, dos votaron que no. Ahora tienen que resolver sobre la citación del juez Castro a la Infanta para el ocho de marzo, día de la Mujer Trabajadora, por presunto blanqueo de capitales y delito fiscal, dos meses que se prometen muy largos para el juez y la Infanta. Al respecto llama la atención que el fiscal anticorrupción, Pedro Horrach, al igual que la defensa de doña Cristina, al parecer no ve la imputación, y yo, como ciudadano de a pie normalito en cuanto a conocimientos jurídicos básicos y razonables, tras quedarme atónito y perplejo, me permito preguntarle al señor fiscal, con el debido respeto, si no ve prudente llamar a declarar a una persona que presuntamente ha sido clave para que su esposo Iñaki Urdangarin, desde el Instituto Nóos, en principio una entidad sin ánimo de lucro que ingresó unos siete millones de euros de instituciones públicas de Baleares y Valencia, desviara parte de ese dinero a una empresa privada, Aizoon, compartida por el matrimonio, a la que según el auto del juez Castro la Infanta facturó diversos gastos como vajillas, cursos de baile, celebraciones familiares o contratación de servicios domésticos, acciones todas ellas, por citar algunas, que no parecen aconsejables en una persona con alta responsabilidad en el Estado, séptima en la línea sucesoria de nuestra Monarquía, que lamentablemente, junto con otros sucesos desgraciados que están en la mente de todos, poco están ayudando a la estabilidad institucional que conviene a España y la Monarquía.

No quiero entrar en detalles concretos, pero el auto de 227 folios del juez Castro dice que los delitos fiscales imputados a Uñaki Urdangarin difícilmente se han podido cometer sin el conocimiento de su esposa, y ésta, a su vez, no tributó como IRPF lo obtenido de Aizoon, por lo que, en cualquier caso, aunque la Audiencia de Palma de Mallorca decida por segunda vez que la Infanta no tiene que declarar como imputada, deberá devolver, como cualquier ciudadano, el dinero que obtuvo de Aizoon para gastos particulares, acción ésta que en cualquier caso no parece oportuna ni en el plano ético ni estético.

En absoluto celebro los acontecimientos tan desagradables por los que desde hace tiempo son noticia la Infanta y su esposo, al contrario, me resulta difícil y hasta doloroso opinar sobre todo ello, máxime tratándose de la hija del Rey Don Juan Carlos, quien me merece un profundo respeto como tal, y desde luego mi reconocimiento y apoyo expreso desde el 23 de febrero de 1981 cuando apostó decididamente por impedir un golpe de Estado contra nuestra joven democracia, pero entiendo que cuanto más pronto se resuelvan judicial y tributariamente estas cuestiones, mejor para todos los afectados, también para los ciudadanos, cada vez más incómodos con noticias casi a diario nada reconfortantes, por lo que los poderes públicos deben proporcionar sin ninguna fisura a todas las partes, también al juez Castro como instructor, todos los recursos que se precisen para resolver cuanto antes esta pesadilla.