Cuando un jefe te encarga hacer el perfil de un periodista de la talla de Manuel Leguineche te pueden temblar las piernas, pero se vuelve un placer si pides ayuda a otros grandes del periodismo y la escritura, ya que de "Manu", como era conocido, todos hablan mejor que bien, especialmente por su independencia.

"Manu" Leguineche ha fallecido hoy en Madrid a los 72 años, tras llevar enfermo mucho tiempo, pero la admiración y el cariño de todos los que le conocieron o aprendieron con él continúan muy presentes.

Además, ha dejado un legado de decenas de libros con los que las nuevas y menos nuevas generaciones de periodistas pueden disfrutar de las experiencias de un reportero de guerra "imprescindible e inolvidable", como destaca Maruja Torres.

La vida de este periodista nacido en Arrazua (Vizcaya) ha sido "una vida repleta del periodismo más intenso", afirma Alberto Vázquez-Figueroa que, a sus 77 años y, viendo cómo desaparecen muchos de sus compañeros de fatigas", se considera ya en "la primera fila de fuego".

Pero en el fuego real y en "follones" es donde estuvo infinidad de veces Leguineche, "una persona normalmente seria pero que en los momentos más difíciles sacaba su lado divertido", asegura Figueroa, que recuerda cómo se reían ambos al escuchar una vez, en una grabación tras un combate en África, los gritos que habían dado "por el subidón de adrenalina".

Los corresponsales de guerra son los únicos que eligen ir voluntariamente a un conflicto, según Figueroa, y Leguineche lo escogió siempre con "una gran independencia", un rasgo que también le destaca especialmente Gervasio Sánchez: "Era la esencia del periodismo independiente de este país".

Sánchez, de 54 años, se considera "hijo", profesionalmente hablando, de "Manu", al igual que del también fallecido Enrique Meneses.

Asegura que Leguineche se mantuvo "fuera de las grandes componendas del poder mediático" y "llegó a renunciar a puestos importantes por los que otros hubieran matado porque no quería que su independencia fuera coartada".

Por todo ello Leguineche, que llegó a fundar varias agencias de noticias y a trabajar para periódicos y otros medios de comunicación, es hoy "una persona valorada por toda la profesión"; "encuentras a poca gente que hable mal de él", resalta Gervasio Sánchez, al igual que Maruja Torres.

"Todos los que hemos cubierto un conflicto internacional hemos aprendido con Manu", sostiene Sánchez, que veía regularmente al fallecido en los últimos años y ha comprobado con tristeza "cómo se ha ido deteriorando, a pesar de su capacidad increíble de fortaleza de lucha".

Junto a su "independencia", el recuerdo de Leguineche está unido, según los que le conocieron, a otros adjetivos como los de "honrado", "sencillo", "asequible", "digno", "riguroso", "generoso", "locuaz", "cariñoso"...

Para el editor de Internacional de Efe Alfonso Bauluz, que se ve como un "aprendiz" de Leguineche, no hay nada mejor para aprender a ser reportero que leer el libro "La Tribu" (1980), que narra el golpe de Estado en Guinea Ecuatorial de Obiang contra Macías y relata la vida de los corresponsales de guerra.

Gervasio Sánchez conoció a Leguineche en 1988, en el plesbiscito de Chile contra Pinochet y, al acercarse a presentarse, le dijo simplemente: "me llamas ''Manu''".

Por su parte, Maruja Torres recuerda que fue en 1981, estando sin trabajo en Madrid, cuando Leguineche le ofreció un puesto en Colpisa y le consiguió también una columna en La Vanguardia.

"Nunca era un jefe, no se imponía por su autoridad sino por sus conocimientos, era la sencillez misma al que escuchabas embobada", dice emocionada esta periodista.

Leguineche, que residía desde hace muchos años en Brihuega (Guadalajara), ya no podrá volver a acudir a las "reuniones" del "grupo de siempre" -lamenta Vázquez-Figueroa- y a las que tampoco faltaban él o Miguel de la Cuadra Salcedo, además de Meneses.

Descanse en paz.