Juan Manuel García Ramos, presidente del Partido Nacionalista Canario (PNC) desde 1998, reconoce que de la formación que nació en Cuba en 1924, con Secundino Delgado como ideólogo, quedan "las siglas y la capacidad de adaptarse a las distintas circunstancias vividas", y lamenta que la "petropolítica" se haya adueñado del debate en Canarias.

90 años no se cumplen todos los días.

En 90 años de historia de la humanidad ha sucedido de todo, desde el punto de vista ideológico, ascenso y caída de los proyectos comunistas; desde el punto de vista tecnológico, bélico, y todo eso influye en una organización política y en sus estrategias sucesivas.

¿Son malos tiempos para los nacionalismos? ¿Y para el espíritu del PNC?

No, las naciones no han dejado de existir, todo lo contrario, tan solo con la ruptura de la Unión Soviética hemos asistido a la emergencia de naciones que habían sido absorbidas por los neoimperialismos. El PNC ha tenido que resituarse en las nuevas circunstancias, como lo hizo al principio de su historia en Cuba, en 1924, con unas tesis claramente independentistas para Canarias. O como evolucionó más tarde, antes de desaparecer en 1939, tras la muerte de su fundador José Cabrera Díaz, o como luego renació en nuestras islas en 1982. Las organizaciones políticas han de ser hijas del tiempo que viven y conjugarlo según sus principios y sus reflejos.

Hay quienes dicen que si Secundino Delgado levantara la cabeza...

A fines del siglo XIX, Secundino Delgado y sus colaboradores más estrechos en su etapa venezolana supieron dar un giro a sus planteamientos originales cuando le vieron las orejas al lobo de los Estados Unidos tragándose a la Cuba exespañola. Esa etapa vivida por Cuba generó en independentistas canarios, como Guerra Zerpa y otros, cambios de mentalidad ideológica muy significativos, tal y como nos ha explicado el historiador Manuel Hernández González en su obra "Secundino Delgado en Venezuela". La historia está para ser conocida y no para ser caricaturizada o manipulada ideológicamente como algunos pretenden.

¿Qué queda de aquel partido que nació en Cuba allá por 1924, con Secundino Delgado como ideólogo?

Quedan las siglas y la capacidad de adaptarse a las distintas circunstancias vividas. Por ejemplo, el fundador del PNC, José Cabrera Díaz, pasa de ser un líder de la causa obrera a convertirse en administrador general de los Gómez Mena, potentados de la sacarocracia cubana, como administrador general de las cuatro centrales azucareras de esa familia en San Nicolás de Bari y en otros tres puntos de la isla caribeña, desarrollando negocios de caña de gran importancia y conociendo muy de cerca el auge capitalista de ese pueblo antillano, donde los emigrantes canarios empiezan a no ser demasiado bien vistos por los nativos cubanos.

¿No cree que el paso del tiempo ha mutilado la razón de ser de aquel partido?

No lo creo. Lo que nos enseñaron Secundino Delgado, José Esteban Guerra Zerpa, José Cabrera Díaz o Luis Felipe Gómez Wangüemert, tanto desde Venezuela, como desde Cuba o desde sus actividades políticas en Canarias, fue a pensar por nosotros mismos y a luchar por nuestro derecho a decidir nuestro futuro como pueblo. Esa enseñanza está viva, aunque cada época nos exija reflexionar de distinto modo y acomodar una ideología soberana a las circunstancias con las que nos enfrentamos.

Se lo digo porque con los años su mensaje se ha disipado, la gente no identifica el PNC con el nacionalismo canario. ¿Evolución ideológica o error de planteamiento?

¿Usted cree, de verdad, que la gente no identifica al PNC con el nacionalismo canario? Yo no pienso así y tengo experiencias electorales y no electorales que me dicen lo contrario. El PNC siempre ha sido un partido político respetado, desde que nació en Cuba en 1924, hasta que renació en Canarias en 1982, en el Congreso de Bajamar, donde hombres como Pérez Voituriez, Victoriano Ríos, Bernardo Cabrera, Juan Pedro Dávila o José Diego Díaz-Llanos empezaron a darle un giro a la ideología original de esa organización y a convertirla en una suerte de conciencia del nacionalismo canario de los nuevos tiempos que se vivían al final del siglo XX.

¿Cómo se explica ese retroceso cuando, precisamente, ha sido un partido que se dice nacionalista el que más ha gobernado en las Islas?

El PNC fue cofundador de Coalición Canaria (CC) en abril de 1993 y aportó a esa federación de partidos su historia y su limpia trayectoria. Actuó de catalizador de un pensamiento nacionalista serio que no existía en los primeros momentos de CC, donde se juntaron aportaciones ideológicas que provenían de distintas ramificaciones de una izquierda histórica o de los restos del naufragio de la UCD de la transición española.

¿El empeño en mantenerse unidos a Coalición Canaria no les ha hecho perder su esencia?

Tenemos que dejarnos de matices ideológicos y favorecer la existencia de un partido nacionalista sólido y poderoso, capaz de rivalizar con los partidos-franquicia que actúan en Canarias con mentalidades delegadas de otros centros de poder político ajeno a Canarias. El PNC ha de estar en ese empeño. Hay que mejorar el trato político entre los nacionalistas para debatir con respeto recíproco y serenidad, no solo gestionando sentimientos o emociones, sino soluciones políticas racionales, con el respaldo de nuestro pueblo, no de espaldas a él. Hay que preservar a la gente del miedo al nacionalismo y ese es un largo camino todavía por recorrer. El complejo colonial sigue en la mente de buena parte de nuestra sociedad.

La sensación es que el marketing de CC los ha absorbido. ¿Es el precio que hay pagar por intentar la unidad del nacionalismo?

Hoy día, se quiera aceptar o no, CC es la organización política que se reconoce como nacionalista con el mayor apoyo social detrás. Eso es un hecho y nosotros desde el PNC, después de intentar la alternativa que significó la Federación Nacionalista Canaria en los comicios de 1999 y 2003, y de ser llamados luego por CC para volver a colaborar, hemos terminado por ensayar una nueva etapa negociadora, y en eso estamos ahora. El enemigo público número uno del nacionalismo canario es la dispersión de siglas.

¿No es un precio demasiado alto para el PNC por tocar algo de poder institucional? Creo recordar que hace unos años hubo una fuerte división por estos acuerdos.

No se trata de tocar poder institucional, se trata de no malgastar energías en enfrentamientos estériles. En Canarias no hay espacio político para tanto partido nacionalista. Desde los órganos del PNC lo hemos discutido y lo hemos decidido así, aunque algunas de esas decisiones hayan significado abandonos de compañeros y compañeras muy valiosos que no lo entendían así. Las discrepancias se sufren en todos los colectivos y no son del agrado de nadie, pero así son las cosas.

¿Ve viable la unidad nacionalista que le mencionaba y que usted tanto ha defendido?

Estamos en ello sin retóricas. La unidad nacionalista se demuestra andando, como hemos hecho nosotros con CC en la última negociación. Lo que interesa a un nacionalismo es la consecución de sus objetivos ideológicos y el medio para llevarlos a cabo. Entre defender nuestros objetivos políticos desde la marginalidad institucional o defenderlos desde las instituciones, como nos permitió el acuerdo CC-PNC, optamos por la segunda de esas posturas. El nacionalismo para nosotros es la defensa de un territorio, de una sociedad y de un legado cultural, un proyecto de vida en común y una memoria compartida. En los documentos consensuados con CC están nuestros objetivos políticos básicos y un plan de relanzamiento de nuestras siglas y de nuestros representantes, aunque algunos nos hayamos medio caído en mitad del camino.

¿Se sienten cómodos ahora mismo en CC cuando discrepan en asuntos de tanto debate político como el petróleo? ¿Y con el CCN?

La petropolítica se ha adueñado del debate en Canarias de modo muy hegemónico y algo desquiciante, tal vez necesitemos mayores dosis de sosiego para enfrentar un asunto tan delicado como ese.

¿Cuál es la posición del partido sobre la Ley de Renovación Turística?

Apoyamos la posición del Gobierno de Paulino Rivero y de la mayoría parlamentaria, aunque a nadie se le escapa que las estrategias y las expectativas turísticas son distintas en cada isla y que muchas veces las leyes no contentan a todos, como es el caso ahora de Gran Canaria.

Al margen de lo que pueda pasar en el futuro, ¿envidia la situación que está viviendo Cataluña?

Cataluña es Cataluña y Canarias es Canarias. Mezclar procesos políticos no parece lo más aconsejable. Si hay una autonomía que necesita un estatus especial esa es Canarias y ninguna de las otras dieciséis del Estado creo que pondría pegas a esa pretensión.

Esta misma semana se ha iniciado el trámite parlamentario para reformar el Estatuto de Autonomía de Canarias. ¿Tendrá Canarias un nuevo texto estatutario que le otorgue más autogobierno, o es una utopía con el centralismo que se desprende del Gobierno estatal?

Tenemos la obligación de seguir avanzando en nuestras capacidades para autogobernarnos y autolegislarnos sin romper los contratos políticos que mantenemos con estructuras como el Estado español: Estatuto de Autonomía y REF y uso de las prerrogativas que otorga el artículo 150.2 de transferencias y delegaciones del Estado a las Comunidades Autónomas, y con la Unión Europea: Reglamento 1911/1991, Posei y Artículo 349 del Tratado de Funcionamiento de la UE de Lisboa (2007-2009), de las Regiones Ultraperiféricas, heredero del 299.2 del Tratado de Ámsterdam (1999). La estrategia negociadora no concede pausas. No existen más mundos que los que existen y los soberanismos absolutos han sido más que relativizados en esta era globalizadora de la humanidad. Es la hora de la cooperación y en esa responsabilidad no podemos despistarnos. La interconexión y la interdependencia de los pueblos en el mundo de hoy nos obligan a hablar de nacionalismo bajo otros parámetros.

Dentro de ese debate se incluye la reforma del sistema electoral. ¿Qué sistema defiende el PNC? ¿Se acerca más al propuesto por CC-PSOE (15% insular, 3% regional), al de Nueva Canarias (una sola barrera del 5% insular), al de Izquierda Unida (3% regional e insular)?

Es curioso cómo la gente cambia de opinión con respecto al mejor sistema electoral. Román Rodríguez no opinaba lo mismo que opina ahora desde NC cuando el sistema vigente lo convirtió en presidente de Canarias. Lo que todo el mundo acepta hoy es que los actuales topes son desproporcionados y lejanos de un sistema democrático moderno y justo. En 1999 nosotros obtuvimos, con la Federación Nacionalista Canaria, 48.000 votos en toda Canarias, y 15.000 votos solo en Tenerife y no se nos otorgó ni un escaño en el Parlamento.

¿No echa de menos más acuerdos en el Parlamento para salir de una situación tan difícil como la actual?

Hemos de sacar adelante a nuestro pueblo en esta mala hora de incertidumbre europea, española y canaria en particular, y para ello unimos fuerzas nacionalistas de nuestra tierra con el fin de encontrar las afinidades y las coincidencias en la acción política y de postergar las diferencias y los enfrentamientos de otros periodos. La proliferación de partidos nacionalistas y el caos de nombres, etiquetas, programas y consignas no nos llevan sino a un debilitamiento de esa propuesta ideológica. Detrás de los cientos de miles de parados hay muchos dramas humanos. Es el tiempo de la colaboración y de la responsabilidad de gobierno.