Es una historia increíble porque parece más propia de otros lares. Cincuenta personas viven en casetas de madera en la entrada de Santa Cruz de Tenerife, junto al Pabellón Pancho Camurria. El ayuntamiento, en vez de realojarlos en otras viviendas dignas, los está empadronando en esos domicilios. "Esto es tremendo", aseguró Ignacio González, presidente del CCN y de la Comisión de Asuntos Sociales del Parlamento de Canarias. Pero cierto porque los afectados muestran documentos. Al candidato a la Alcaldía santacrucera se lo ponen en bandeja: "El ayuntamiento ha convertido formalmente el poblado del Pancho Camurria en el barrio 82 de la capital".

Y las historias se suceden. Entre este medio centenar de personas hay una chica, de 21 años, que vive con su pareja desde junio de 2013. Está a punto de dar a luz. "Antes estuve de okupa en La Laguna, pero el dueño me echó. Tengo solicitada una vivienda desde el 2012. Ahora estoy embarazada, viviendo en estas condiciones y la UMA lo único que nos ha dado es una funda de plástico, de las que se usan para cubrir los vehículos, para resguardarnos de la lluvia. Hace unos días, estuve unos días ingresada en el hospital por problemas con el parto y me han dicho que puede adelantarse. Cumplo dentro de un mes. Aquí me dicen que como mi último padrón fue en La Laguna, que el problema lo deben resolver allí, pero yo no entiendo de eso, lo único que pido es un sitio digno para que nazca mi niña". Por esta chabola, la número 33, su pareja tuvo que pagar 150 euros, aunque hay quienes dicen que se ha llegado a pagar por un traspaso hasta 400 euros. "Los que las venden, en muchos casos, lo hacen porque han tenido la suerte de que les han dado una casa", explican.

Otra de las chicas sí es de Santa Cruz y dio a luz hace algo más de un año. Cuenta que su hijo está con la familia de su pareja y que vendrá a vivir con ella a partir de junio, porque ella necesita ahora un tratamiento psiquiátrico porque le diagnosticaron un trastorno bipolar. Está esperando a que le den cita con el especialista, pero cuenta que, "si se retrasa más, iré a un médico privado, aunque tenga que pedir por la calle, para que me ponga el tratamiento cuanto antes y recupere a mi hijo". Antes de dar a luz, vivió entre el albergue y las chabolas. No pide nada para ella, sí lo hace para su amiga, que conoció en el albergue. Se queja del maltrato que se les está dando en el albergue. Los seguritas "nos tratan mal. Incluso llegan a cachearnos por si nos llevamos algo de comida, un pan o un yogur, para comer más tarde". El peor día para ir a comer es el domingo. "Ese día va menos gente y la comida es escasa. Desde finales de noviembre restringen el agua para llenar las garrafas y para poder lavar la ropa hay que ir a las siete de la mañana, porque sólo dan seis números".

Uno de los empadronados en este "barrio" relata que al menos 30 casetas están ocupadas permanentemente y las otras, hasta 50, esporádicamente. Algunas personas llevan más de cinco años. Hay canarios y gente de fuera. "Al menos, tenemos un techo y siempre hay alguien que nos echa una mano, algún familiar, pero es muy duro vivir en estas condiciones".

Ignacio González, sorprendido por estas historias se pregunta: "¿Cómo pueden empadronar a esta gente aquí, sin asegurarle los servicios básicos? ¿Por qué la concejala de Asuntos Sociales no se ha interesado por ellos? ¿Por qué no ha visitado el Pancho Camurria? ¿Cómo puede dejarse a esta gente aquí, mientras hay viviendas sociales vacías? El alcalde tiene que asumir este departamento de una vez y declarar la emergencia social en la ciudad. Hay que solucionar los problemas. No basta con buenas intenciones. Es imperdonable".