Dentro de dos semanas regresa a la Isla para ofrecer un concierto en el Auditorio de Tenerife. Mientras tanto, Luz Casal (1958) abre un paréntesis en su gira "Almas gemelas" para transmitir unas sensaciones que le acompañan desde hace casi cuatro décadas. "Esta profesión es como un iceberg, es decir, solo se ve una pequeña parte del volumen total", compara la cantante y compositora que en 2013 recibió el Premio Nacional de las Músicas Actuales.

Suele decir que en sus discos hay secuencias de su vida. ¿En "Almas gemelas" también aparecen esos reflejos?

Hay discos que son más propicios que otros, pero sí que es cierto que en "Almas gemelas" he podido seguir el diario íntimo de lo que está siendo el tramo más reciente de mi vida. Eso sí, hay episodios que son tan sutiles que se me escapan de ese control y, por lo tanto, no pueden estar en este álbum.

A muchas personas les puede llamar la atención que califique su repertorio como "un poquito amplio". ¿No peca de demasiada modestia cuando "minimiza" su carrera?

No soy una persona arrogante y, a pesar de ya que llevo unos cuantos años metida en este mundo, siempre he sido algo pudorosa conmigo misma... He tenido la suerte de conocer a gente tan, tan grande que me da cierta timidez que haya alguien que se atreva a ponerme al mismo nivel. Es interesante saber medir las palabras y pensar que aunque mi infancia la viví cerca de los escenarios aún me quedan muchas cosas que aprender... Yo me muero de vergüenza cuando alguien me considera una artista. Ni estoy empezando, ni estoy acabando (ríe)... Lo dejamos en una fase intermedia en la que sí que creo que tengo un repertorio un poquito amplio, pero espero que mi capacidad como cantante me permita ampliarlo.

¿Pero esa perspectiva no se llega a perder ni siquiera cuando le conceden un Premio Nacional?

Eso se agradece, pero también me hace pensar que habiendo tanta gente buena ahí fuera por qué me ha tocado a mí. No es una lotería, pero casi... Situaciones como esa me motivan para estar a la altura de las circunstancias, pero no es menos cierto que implican un sentido de la responsabilidad con las personas que han confiando en Luz Casal. Es como cuando me dan un premio en un país que no es el mío -Medalla de las Artes y las Letras de Francia y Medalla de Oro de la ciudad de París-, yo lo primero que pienso entonces es: ¿Y aquí no hay nadie que se merezca esto más que yo?

¿Qué porcentaje atribuye a esa actitud ante la vida para haber conseguido rentabilizar una carrera que se inició en 1977?

Esta es una medida que nunca he tenido demasiado clara, pero creo que esa cuestión está vinculada con el carácter y la entrega que uno le ponga a las cosas que hace... Ha habido días en los que sentí que debía arrojar la toalla. Sobre todo, porque a veces ese porcentaje del que habla es muy pequeño en relación al esfuerzo que tienes que realizar para sentirte medianamente recompensada. Siempre he tenido energías para sacar una hora más de trabajo cuando debía haber acabado dos horas antes. Esa profesión es como un iceberg, es decir, solo se ve una pequeña parte del volumen total... Lo que no se ve requiere de muchísima atención y dedicación. Hay gente que solo se acerca a la música pensando que va a ligar, que va a ganar mucho dinero y que va a ser famosísima... La realidad es otra. Aquí nadie te regala nada si no pones muchos esfuerzos sobre la mesa.

¿Pero no es fácil seguir alargando una trayectoria artística cuando todo parece tan efímero?

Mi dedicación a la música está sostenida por una vocación a la que se le puede añadir un compromiso, un grado de fortuna y una dosis importante de ilusión. Hay más factores, pero alrededor de esos tres ya se puede construir algo.

¿El perfil más rockero de Luz Casal también ha ayudado? Se lo pregunto porque dicen que esos músicos tienen una capacidad casi innata para resurgir en las peores circunstancias.

En mi lado más rockero está ser una persona inconformista. Ahí es cuando aparece la Luz Casal que me dice que las cosas no solo se pueden hacer mejor, sino que hay que hacerlas de otra manera. Mi espíritu inconformista está bien desarrollado y no me asustan los cambios porque siempre los planifico con el deseo de mejorar.

¿Luz Casal continúa siendo la "reina" del rock español?

Yo no puedo exigir a la gente que me trate de una manera (ríe)... Si lo quisiera hacer cada vez que pisara Francia me tendrían que realizar reverencias y llamarme excelentísima señora. No. Yo, afortunadamente no quiero eso. Lo único que deseo es que mi música sea escuchada. Yo entrego unas pocas canciones a la audiencia y ella es la que decide. Si soy alta y rubia o baja y morena son apreciaciones muy respetables a las que no tengo nada que objetar ni añadir. Lo mismo pasa con las personas que piensan que soy más o menos rockera que antes. Yo sé lo que soy y no tengo la necesidad de entrar en un conflicto para justificarme.

¿Hay gente que le ha llegado a reprochar que ya no sea rockera?

Muy pocas veces me encaro con nadie, pero solamente tengo una especie de espíritu defensivo en el instante en el que se me acerca un desconocido para decirme: "es que ya no eres rockera por esto, por esto otro y por lo demás allá"... Entonces yo le hago una pregunta que es demoledora. ¿Usted cuánto tiempo hace que no va a uno de mis conciertos? Algunos, incluso, se atreven a decir que la última vez que me vieron cantaba al lado de Miguel Ríos. Pues bien, eso fue en el año 83. Lo que yo no hago son discos con canciones repetidas. El momento de "Loca" ya pasó y el de "Pedazo de cielo" y "Rufino" también. Una cantante necesita estar viva y salir en busca de retos que le permitan seguir creciendo. El día que hice algo distinto al rock me quisieron lanzar a los tiburones, pero logré sobrevivir.

Con "Piensa en mí" y "Un año de amor" cruzó una frontera en la que tampoco le ha ido mal, ¿no?

Tenía cinco discos y muchas personas creían que me había vuelto loca por cantar temas que no tenían nada que ver con mi repertorio, pero yo tenía la convicción de que eran dos canciones buenas que me permitían cantar de una manera distinta. Salió bien. Si me hubiera salido mal tampoco habría renegado de ese convencimiento. La aventura es imprescindible en mi trabajo, si no me estaría haciendo un flaquísimo favor. Prefiero el fracaso antes que el aburrimiento.

¿A pesar de la diversidad que se percibe en estos momentos a la hora de consumir música, llegar a vender más de 40.000 discos en los tiempos que corren no es una tarea nada sencilla?

Es una cantidad respetable en el escenario actual; un dato que habría que multiplicar por diez para generar una comparativa de cómo se encontraba el sector hace unos años. La música me ha dado días maravillosos; muchos de ellos vinculados con la grabación de discos en unos estudios en los que jamás soñé entrar. La gente que se compra un álbum quiere apreciar todo el contenido del mismo y, si te lo puedes permitir, es un error querer ahorrar en calidad porque de alguna manera eso se convierte en una especie de joya que formará parte de sus vidas durante muchos años. No es una cuestión solo de fidelidad, sino de saber apreciar las letras y las sonoridades de las canciones.

Todo eso no se consigue si no hay ilusión por el trabajo.

La ilusión es algo esencial para mí; es el motor y el corazón de todo lo que realizo. Estoy convencida de que si no la tuviera no sería capaz de hacer ni una sola centésima de lo que hago. La ilusión por querer volver a una ciudad en la que he estado tantas veces es una muestra de generosidad hacia mi persona por parte de los espectadores que acuden a un teatro. Que te vuelvan a llamar para ir a cantar a Tenerife me genera, por ejemplo, unas vivencias que inevitablemente siempre están conectadas con aquel día en el que empezó una relación que aún vive. Si me quitaran la ilusión perdería el alma por este trabajo y dejaría de sentir la emoción de tener que salir otra vez a un escenario.