El 2 de junio de 1964, a las 15:30 horas, en el coro de la iglesia de San Agustín se inició un incendio que acabó destruyendo totalmente el templo. Aunque este periódico se adelanta al aniversario lo hace porque muchos laguneros consideran que la fecha debe ser recordada por parte del ayuntamiento y decidir qué hacer con sus ruinas, pues el proyecto para las mismas se quedó en el olvido.

Con respecto al incendio cabe recordar que, a los 20 minutos, el fuego se había extendido por toda la iglesia. La tea del artesonado facilitó la propagación de las llamas con tal intensidad que amenazó con llegar al instituto Canarias Cabrera Pinto, en el que cientos de niños estaban en clase.

La iglesia ardió pronto por los cuatro costados, desplomándose el techo con un ruido que despertó temor en los ciudadanos. Las llamas alcanzaron una altura muy grande, poniendo en peligro los edificios próximos. Alguien propuso dinamitar la iglesia para extinguir el fuego, pero la idea fue rechazada, siendo la valentía y profesionalidad de los bomberos y voluntarios, que penetraron en el edificio y dirigieron las mangueras hacia los pasillos que limitan con la iglesia, lo que impidió la propagación del fuego.

Aquí nadie corrió como en el caso del Obispado, sino que arriesgaron mucho como el director del centro educativo, Manuel Martín Cigala, que puso a salvo a los alumnos y el archivo.

Y qué decir de cuando el fuego logró pasar a una galería del instituto y el servicio municipal conectó la bomba al pozo del patio central para combatir las llamas. Un momento en que el antiguo alumno Niabel Núñez subió por una escalerilla, rompió una ventana y accedió a la galería que se quemaba, salvándola de las llamas.

Se salvó mucho del templo debido, como se dijo, "al ejemplar y colectivo sentimiento de solidaridad de los laguneros y de una gran parte de santacruceros, exponiendo algunos sus mismas vidas para detener el fuego destructor o para salvar una imagen".