Se define clásicamente al colonialismo como la dominación de un país por otro que previamente lo ha invadido con el fin de someterlo social, económica, política y militarmente. Una vez conquistado, ese país antes libre y ahora convertido en colonia comienza a ser esquilmado sistemáticamente, pues los invasores se apoderan no solo de su territorio sino también de sus recursos a la vez que esclavizan a la población o, en el mejor de los casos, la contratan con salarios de hambre muy inferiores a los que se pagan en la Metrópoli.

en la historia para constatar que la primera fase de la expansión colonial europea, protagonizada principalmente por Portugal y España, comenzó a finales del siglo XV. América fue el primer continente que sufrió la invasión y el expolio, pero antes de cruzar el Atlántico las huestes españolas recalaron en un archipiélago situado a menos de 100 kilómetros de la costa africana y habitado por un pueblo pacífico no tan primitivo como algunos nos quieren hacer creer, pues poseía unas estructuras sociales y familiares bien definidas, además de una jerarquía de mando. Ese pueblo estaba formado por nuestros antepasados los guanches.

El genocidio cometido por los españoles en Canarias fue el preludio de lo que inmediatamente iban a hacer en América. Unas viles acciones de conquista sustentadas en la reducción de la población autóctona, la mayoría de las veces por la fuerza de las armas aunque también con engaños, además de la imposición de una aculturación generalizada. En el caso de Canarias, los aborígenes fueron cristianizados y desposeídos de sus nombres propios.

No es exagerado por nuestra parte insistir en que casi seis siglos después de aquella invasión seguimos igual. Ya no hay cadenas, ni mazmorras, ni los potros de tortura de la Santa Inquisición, ni restalla el látigo sobre las espaldas de los cautivos, ni se produce la emigración forzada de familias enteras para poblar vastos territorios del Nuevo Mundo (tierras que previamente les habían usurpado los españoles a sus legítimos propietarios, como hicieron en Canarias), pero persiste el saqueo a manos de la Agencia Tributaria española. Ya no hay galeones para transportar el oro y las especias a la Península, pero sí existen las oficinas recaudadoras de la Hacienda pública.

No vivimos ya como se vivía en los siglos XV y XVI. Las formas tienen que ser otras porque el mundo actual se mueve por cauces más civilizados. Sin embargo, el resultado es el mismo: no somos dueños de nuestros recursos ni podemos decidir lo que nos conviene. Para empezar, estamos vinculados a la legislación española en todo y para todo. Nos seguimos rigiendo por la legislación laboral española y estamos sujetos a la fiscalidad que dicta Madrid; a la que establece el ministro Cristóbal Montoro, que es uno de los más impopulares del Gobierno de Mariano Rajoy no solo en Canarias sino también en la Península. En lo que respecta a las relaciones laborales, estamos a merced de unas leyes heredadas del franquismo que protegen al trabajador en detrimento del empresario. Nos entran ganas de reírnos cuando oímos hablar de recuperación y de mejores perspectivas para este año y el siguiente. No las hay.

No puede haber recuperación en España, y mucho menos en esta colonia llamada Canarias, porque España es un país atrasado que no quiere modernizarse. Decíamos antes que tanto España como Portugal iniciaron la expansión colonial europea. Portugal, país con políticos más civilizados que los españoles, les devolvió su libertad a sus últimas grandes colonias (Angola, Mozambique y Cabo Verde) en 1974. España sigue con su finca canaria, además de las ciudades de Ceuta y Melilla, como si tal cosa. ¿Hasta cuándo?, nos preguntamos una vez más. Sencillamente, hasta que los partidos patrióticos logren entrar en el Parlamento de Canarias porque el falso nacionalismo de CC no vale.

Los partidos que propugnan la libertad para nuestras Islas no están en la Cámara legislativa por culpa de una ley electoral que muchas veces hemos calificado como la más injusta del mundo. Una norma que favorece a los partidos estatistas y al mal nacionalismo que practican Paulino Rivero y sus compinches políticos en detrimento de los intereses de los canarios. Qué desconsuelo sentimos cuando vemos cómo Cataluña o Vasconia, otras dos naciones sometidas por España, avanzan con paso decidido hacia su independencia mientras Canarias sigue igual, prácticamente, que hace seis siglos porque carecemos del nacionalismo fuerte y auténtico con el que cuentan vascos y catalanes.

No dudamos en culpar -lo hemos señalado varias veces- al pueblo canario de esta desidia. Hay que salir a la calle. Pacíficamente, porque la violencia no resuelve nada -lo empeora todo-, pero debemos manifestar de forma inequívoca nuestro rechazo a seguir gobernados desde 2.000 kilómetros de distancia. Allá Rivero si permite que lo manejen como a las marionetas. Nosotros, los canarios que amamos a nuestra tierra, queremos ser dueños de nuestros recursos. Queremos decidir por nosotros mismos porque somos mayores de edad como pueblo. Lo éramos cuando llegaron al Archipiélago las huestes de Castilla y los mercenarios de otras regiones peninsulares, y se inició una conquista sangrienta que no recogen en sus justos términos los historiadores españoles, porque no les conviene a su causa, pero sí los extranjeros.

O la libertad, o las colas del hambre, las muertes en las listas de espera, un desempleo insoportable -solo las estructuras de apoyo familiar han impedido unas revueltas en las calles- y una emigración que considerábamos asunto del pasado. Los canarios tienen en sus manos la opción de elegir entre vivir como lo hacen los ciudadanos de los países más prósperos del planeta, o seguir en la miseria. Una menesterosidad que va a más porque la situación no mejora. Al contrario: va a peor. Prueba de ello es la noticia que publicábamos ayer en nuestra primera página: los juzgados canarios ordenaron el año pasado una media de 360 desahucios mensuales, según datos del Consejo General del Poder Judicial. En total, se iniciaron 3.653 ejecuciones hipotecarias. Aunque fueron un 14,1% menos que en 2012, tal descenso se debe a la entrada en vigor de la Ley de medidas para reforzar la protección de deudores hipotecarios, reestructuración de deuda y alquiler social. Lo mismo que ocurre con los exiguos porcentajes del descenso del desempleo: hay menos parados inscritos porque muchos de ellos se han cansado de buscar trabajo después de varios años de intentos infructuosos, o han emigrado.

¿Alguien piensa que podemos seguir así? Por increíble que parezca, todavía quedan leales a España, españolistas y amantes de la españolidad convencidos de que la independencia es un disparate. El disparate es seguir de brazos cruzados mientras nos siguen robando en nuestra propia cara. No hacer nada sería el peor error porque, como decimos, vamos a menos; cada vez estamos peor.

Los canarios hemos vivido engañados. Durante siglos nos han hecho creer que estamos en Europa cuando en realidad pertenecemos al continente africano. Es cierto que nuestra cultura es europea, pero no lo es menos que somos un archipiélago costero de Marruecos. Apenas cien kilómetros -lo recordábamos al comienzo de este editorial- nos separan de las costas de nuestro vecino magrebí. Sin embargo, estamos nada menos que a 1.400 kilómetros de la Península Ibérica y a 2.000 de la capital del país que nos esclaviza colonialmente. Queremos recordar esto al final de estas líneas de hoy para que en ningún momento olvidemos de dónde venimos, cuáles fueron nuestros antepasados, quiénes somos y dónde estamos. Porque somos canarios, no españoles, y estamos en África, no en Europa, aunque hablemos una lengua europea al igual que lo hacen muchos africanos.