Es loable cualquier iniciativa para evitar el maltrato a los animales. Verbigracia, esa a la que acaba de apuntarse Fernando Ríos, comisionado para el Desarrollo del Autogobierno y las Reformas Institucionales, con el fin de impedir que las corridas de toros sean consideradas en estas Islas un patrimonio cultural.

En las oficinas canarias de empleo hay inscritas en estos momentos -lo conocíamos ayer- 277.498 personas. Esas son las que están apuntadas; las cifras que arroja la Encuesta de Población Activa son muy superiores. Y ni siquiera están todas en este segundo registro, pues se habla de más de 350.000 parados reales. Ayer conocíamos que el desempleo en el mes de marzo se ha reducido en toda España pero ha aumentado en Canarias con respecto al mes anterior: 1.947 parados más, aunque 14.174 menos que en marzo de 2013. Afortunadamente también aumenta el número de cotizantes a la seguridad social: 15.402 más que hace un año.

No nos estamos hundiendo más. Andamos en el fondo del mar -en el fondo de un océano bastante profundo si comparamos la situación actual con la que existía hace seis años- con ciertos repuntes por aquí y por allá, sin una clara tendencia de recuperación. No seguir cayendo supone un respiro momentáneo, desde luego, pero no podemos conformarnos. Este país no puede soportar unos porcentajes de paro que continúan rompiendo las estadísticas europeas. Optimismo, el justo; más bien poco.

Pues bien, en estas delicadas circunstancias tenemos a un Gobierno regional preocupado por las corridas de toros a través de su comisionado para el autogobierno, las reformas institucionales y otras machangadas. Para ponerle sueldo a un chico de la casa no le hacía falta a Paulino Rivero inventarse un cargo con denominación tan larga.

Afán inútil el de Ríos, en cualquier caso, porque la tauromaquia está desapareciendo en España a pasos agigantados. No porque los aficionados a los toros hayan menguado en número. Los incondicionales son más o menos lo mismos de siempre. Los que han dejado de ir a las plazas son los espectadores ocasionales. La culpa, si es que cabe hablar de culpa, la tiene el fútbol. Dos equipos -los demás forman la comparsa necesaria, pero nada más- han logrado centrar los debates de bareto a lo largo y ancho de la geografía española. En tiempos de Franco sólo había balompié los domingos por la tarde. El que podía iba al estadio y el que no se pasaba la tarde con la oreja pegada al transistor. Luego todos, sin excepción, dedicaban el lunes, martes y miércoles a hablar del partido de la jornada anterior, y el jueves, viernes y sábado al de la siguiente. Refinamiento de los tiempos, hoy hay partido el sábado, el domingo, el lunes, el martes, el miércoles, el jueves y, a veces, incluso el viernes. No queda tiempo para los toros ni para nada. Un esquema difícil de entender para alguien como Fernando Ríos, pues si tuviera capacidad para comprenderlo no necesitaría ser comisionado. Ojalá también evite seguir maltratándonos a los que les pagamos un sueldo por no dar ni un palo al agua. Aunque, bien pensado, lo mejor es que no haga nada porque cada vez que toma una iniciativa resulta más peligroso que un mono con un revólver.

rpeyt@yahoo.es