1.- Venden ahora unas gomitas de colores para hacer pulseras y los niños y las niñas se entretienen en eso. Mi sobrina me ha regalado una y le he encargado otra para no decorarme con una sola bandera. Yo soy hombre de banderas, pero no de una sola. Una vez coloqué una republicana en mi casa del Puerto y la gente aplaudía. Bueno, y algunos protestaban. Otra vez me decidí por la de las siete estrellas verdes y los fachas del lugar, ciertamente numerosos, se me echaron encima. Terminé izando la del Real Madrid y entonces protestaban airadamente los culés, que son muy puntillosos. Total, que terminé por desmontar el mástil, que ahora yace en un depósito del edifico donde tenía mi casa. Sin bandera, claro.

2.- Yo quería colocar la bandera pirata, que en cierta manera es la mía, pero no encontré ninguna con la cara del capitán Jack Sparrow ni la del capitán Barboza, así que la del glorioso Real Madrid, el mejor club del siglo XX, estuvo allí hasta que un temporal la deshilachó y acabó en el árbol de Tarzán del Jardín Botánico, creo que una secuoya, pásame la cuenta el lunes. No sé qué opinará mi amigo y contertulio Hilario Rodríguez si le digo que en las fiestas de nuestros pueblos hay más banderas españolas que canarias, así que hay que ir adoctrinando al mago y al alcalde, que a veces son la misma cosa. He dicho cosa. Y las cosas son muy difíciles de adoctrinar.

3.- Para octubre habrá libro del mago, pero no lo edito yo esta vez, aunque sí lo escribo. Y encontrarán ustedes algunas novedades interesantes. A lo mejor le dedico un capítulo a algo que dice un amigo: "El mago piensa siempre lo que dice, pero no dice lo que piensa". Es un buen punto de partida para analizar los comportamientos de tan curioso personaje, que tantas veces he caricaturizado. Y a mucha honra. Al final, he escrito un artículo sin hilazón, una especie de popurrí de banderas y de magos y de pulseras de colores. Tengo muchas anécdotas de magos, de cuando iba al campo con mi abuelo, a contar las manillas de las piñas de plátanos. Mi abuelo las contaba con el bastón a un ritmo vertiginoso. Su padre fue el que plantó en el Valle de La Orotava los primeros plátanos. Él y otros, por supuesto. Nunca tuve clara la fecha en que empezaron a producirse plátanos a gran escala en las islas. Se murió sin contarme eso y mira que me contó cosas. Lo dicho, un popurrí. Estaba harto de escribir sobre Venezuela y sobre las tropelías de Maduro, así que hoy me fui por los cerros de Úbeda.

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