Un estudio de la Academia Canaria de la Lengua determina que la palabra “miel” para referirse a los productos de origen vegetal se utiliza, por ejemplo, para la de agave en América Central o para la honey maple o miel de arce en Norteamérica. Pero además, en Chile también existe una miel de palma similar a la de la Isla Colombina. “Por lo tanto la aplicación de esta palabra a otros productos de procedencia vegetal es perfectamente legítima en español y, como hemos visto, común a otros lugares”. De esta manera, la Academia salía al paso de la prohibición establecida por la Unión Europea (UE) de aplicar el término al producto característico de La Gomera. La Comisión recomienda utilizar la palabra “sirope” que en algunos de los anteriores casos mencionados también aparece pero sólo en el etiquetado.

La palabra miel está registrada en la primera edición del Diccionario de la Lengua Española de 1796 y además con dos acepciones. Una corresponde a la que elaboran las abejas y la otra a la de origen vegetal. En este último caso se define como “jarabe saturado obtenido entre dos cristalizaciones o cocciones sucesivas en la fabricación del azúcar”. Pero aún hay más. La mayoría de las locuciones que recoge el diccionario se refieren a la miel elaborada a partir de la caña de azúcar que todavía se fabrica en algunas provincias andaluzas como Málaga y las famosas sopas de miel de La Palma que se hacen en carnavales.

La Academia interpreta que la intención de la UE es evitar ambigüedades con el fin de no confundir a los consumidores. No obstante, se indica que si la combinación de las palabras miel de palma está consolidada en el uso desde siglos atrás, ello significa que, en la práctica, tal denominación no es en absoluto equívoca. “El conocimiento del mundo que poseemos los hablantes suple eficazmente estas aparentes limitaciones de las lenguas naturales”, se indica en el informe elaborado. En definitiva, los miembros de la Academia piden que se tome en cuenta que “los nombres no son meras etiquetas de las cosas que pueden cambiarse sin apenas consecuencias las palabras conforman nuestra percepción del mundo y nos hacen ver cosas distintas como iguales. No es lo mismo miel de palma que sirope o jarabe de palma, denominación alternativa que propone, al parecer, la Comisión europea”.

Para la Academia sustituir una por otra además de cambiar la tradición de muchos siglos, supone modificar la manera en la que el pueblo canario ha percibido desde el prisma de la lengua española a este producto vegetal. Por lo tanto si el legislador europeo se empeñara en diferenciar estos dos tipos de miel que el castellano unifica, una posible solución sería incluir en el etiquetado las características que las distinguen ambas de forma sintética y comprensible: en el caso “miel de abeja procedente de polen de la acacia” (del romero o de la retama) y en otro miel fabricada a partir de la savia de la palmera. “Todo ello permitirá conservar la denominación tradicional de tan preciado producto”, se aconseja en el informe de la Academia.