El Domingo de Ramos convirtió ayer algunas poblaciones de las Islas en museos de arte sacro y tradicional al aire libre. Es el caso de las dos principales poblaciones de Tenerife, Santa Cruz y La Laguna, donde sobresalieron los pasos procesionales de la Entrada de Jesús en Jerusalén y los palmitos trenzados de las procesiones, fieles a las normas de los antiguos artesanos.

En La Laguna, a las 10:00 horas, por fuera de la torre de La Concepción, el obispo de la diócesis, Bernardo Álvarez, bendijo los palmos y olivos que se repartieron entre los representantes de las cofradías, autoridades y fieles. Todos juntos se trasladaron en procesión hasta la catedral. Del recién restaurado templo salió, a las 12:00 horas, la procesión de la Entrada de Jesucristo en Jerusalén, aconpañada de su cofradía.

Por la tarde, recorrieron el casco histórico de la ciudad los pasos de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y María de La Amargura y el Cristo de Las Caídas.

En Santa Cruz, a las 11 de la mañana partió de la parroquia de La Concepción la procesión de Ramos con el Cristo Predicador, recorriendo las calles de Santo Domingo, Calzada de La Noria y Domínguez Alfonso. También hubo procesiones en las parroquias de San José, San Francisco y San Jorge.

El Señor de la Burrita, como también se conoce a esta procesión en La Laguna, es una de las imágenes con las que se identifican más los niños, quizá por el simpático animal en el que va subido Jesús o, a lo mejor, por la curiosidad de los palmitos que se regalan y las vestiduras multicolores de los hábitos de hebreo con que desfilan. No se sabe qué será pero la fama de esta procesión es grande. Cuenta la tradición que, hasta el año 1752, este acto religioso motivó enfrentamientos entre los parroquianos de la Villa de Arriba y los de la Villa de Abajo al no llevar los últimos la procesión a La Concepción.

Antiguamente, el Señor salía sentado en un sillón, en actitud de hablar o predicar. Más tarde se le añadió a la imagen una hermosa Magdalena en posición de rodillas y actitud suplicante, obra de Fernando Estévez. El Cristo es una talla de José Rodríguez de la Oliva.

En la Semana Santa de 1973, por iniciativa privada, el paso lagunero salió reformado, haciéndose una nueva canastilla y quedando el trono formado por las imágenes de Cristo, la Magdalena, san Andrés y san Juan.