"Yo era el mejor escritor en mi colegio, pero me convencieron de que eso no tenía futuro para que acabara estudiando Derecho", adelanta Enrique Redel, fundador de la editorial Impedimenta, quien la pasada semana promocionó en Tenerife sus últimas novedades literarias. Una de esas referencias es "Querido Diego, te abraza Quiela", una novela de amor y dependencia de Elena Pianatowska, Premio Cervantes 2013, en la que la artista rusa Angelina Belloff comparte páginas con el pintor Diego Rivera. Editor desde hace 12 años, Redel halló en Javier Cambronero y en el lagunero Bruno Madan, ambos fallecidos, el impulso para dar forma a un proyecto que en el año 2008 -meses después de puesta en marcha- se hizo con el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural.

¿Cómo acaba un abogado en el mundo editorial?

En el año 99 una pequeña editorial que se llamaba Ópera Prima, que la verdad no sé si sigue existiendo, me fichó y a partir de ese momento descubrí que aquello lo sabía hacer de manera intuitiva. Luego pasé por varias empresas similares y seguí aprendiendo, pero hasta que no me atreví a montar Impedimenta, hace ya siete años, no he empezado a dormir bien... Esta es la mejor forma que tengo de ganarme la vida. Yo no podría ser fabricante de botijos ni funcionario. Igual, apurando mucho, hubiera sido librero.

¿Se siente incómodo lejos de una librería?

Toda mi vida gira en torno a los libros. Yo no dejaría de hacer libros, y en concreto libros de papel... A pesar de que hacemos libros electrónicos y que le estamos sacando un rendimiento económico estoy empezando a valorar la posibilidad de irme de ese segmento porque pienso que estoy cometiendo una traición a mi propia manera de ver las cosas.

¿Podría aclarar algo más a qué tipo de traición se refiere?

Si yo fuera un empresario al uso lo único que me interesaría es hacer pasta. El libro electrónico solo sería una interesante salida para mejorar mi cuenta de resultados final. No soy lector de libro electrónico y tengo una editorial independiente, eso significa que no me caso con nadie. Ni hago libros de Dan Brown, ni me gustan los libros electrónicos. Para que un libro funcione tiene que ser editado en papel; todo lo demás es entrar en un callejón que no tiene salida. No me gustan las historias que son de usar y tirar.

El mercado digital no le inspira demasiada confianza, ¿no?

Quienes están empeñados en impulsar el negocio de la lectura electrónica son los operadores de datos y los fabricantes de "hardware" porque ellos tienen claro que son los únicos beneficiados. Además, las grandes tiendas que distribuyen libros electrónicos no lo utilizan para ganar dinero, sino para captar clientes... A Amazon no le interesa vender libros; ellos solo quieren controlar tus datos. Por eso comercializan los libros a 0,99 céntimos.

¿Por qué son tan caros los libros en papel?

Esa es la pescadilla que se muerde la cola, pero esto tiene una clara explicación. En los países anglosajones, donde la tirada media es de seis, siete u ocho mil ejemplares, el libro es mucho más barato porque el coste por unidad baja y eso les permite vender libros buenísimos por diez, once o doce pavos... En España no hay mercado y eso nos obliga a realizar ediciones de dos o tres mil libros y, por lo tanto, el precio sube. Los libros son caros porque no se venden. ¿Y por qué no se venden? Porque son caros. Esa es la pescadilla de la que hablaba antes. Estoy convencido de que si ahora mismo bajamos los precios no se leería mucho más porque en este país la cultura de la lectura está de capa caída.

¿Ser un editor independiente es sinónimo de dificultad?

Los editores como yo tenemos más facilidades que muchos de los compañeros que trabajan en grandes grupos editoriales. Algunos, incluso, me cuentan que tal libro se lo han presentado a un comité de lectura y que no lo pueden publicar ni de coña. Ser un editor libre me da la oportunidad de hacer lo que me da la gana: publicar lo que yo creo que puede ser interesante y con unos niveles de calidad deseados.

Una de las bazas de Impedimenta es el cuidado que pone en la presentación de sus libros, ¿cuáles son los motivos que le impulsaron a tener ese gusto estético?

Antes de comenzar a estudiar leyes quise hacer Bellas Artes, pero los curas me quitaron esa idea de la cabeza argumentando: "Incesanto, ¿qué vas a hacer? Tú lo que tienes que estudiar es Derecho". Yo soy incapaz de comprar un libro feo... Si el texto, la historia y el autor son buenos no le puedes dar a los lectores eso de cualquier manera. Dar una portada bonita no implica gastar más dinero, sino ser imaginativo para procurar que un libro resplandezca sobre un expositor. Me gusta encontrar sorpresas en sus páginas; que no sea una cosa muerta... La decisión de comprar un libro implica que estás adquiriendo algo más que un texto. Lo que te llevas a casa es un artefacto que ya forma parte de tu vida.

¿Qué criterios sigue para ser un buen recomendador de libros?

Básicamente publicamos aquellos libros que a nosotros nos gustaría leer. Sé que es un tópico, pero me yo me siento incapaz de recomendar una lectura que no me sea apetecible. En este sentido, estoy convencido de que nunca editaré en base a unos criterios comerciales. Los libros te van llamando; tienen que tener un plus de salida que capten mi atención para ir dando forma a un gran fondo de armario... El hecho de haber publicado a Muriel Spark nos hizo conocer a Elizabeth Bowen y a través de esta llegamos a Iris Murdoch.

¿Usted es de los que les gusta realizar anotaciones en las páginas de una novela?

A los libros no les tengo ningún respeto y siempre procuro someterlos hasta convertirlos en algo mío. Incluso, si se me cae un café en encima digo: ¡Mira qué bien! Al final un libro es un momento de tu vida que no hay que prestar a los amigos porque, a veces, no vuelven. Me gusta colonizar un libro con frases, números o con los productos de la lista de la compra. Impedimenta es eso; es el bagaje interior que hay en cada lector y que se puede manifestar de muchas maneras.