1.- Inconscientes de que sufro los mismos problemas económicos que ellos, o quizá algunos más, me persiguen los pedigüeños de Santa Cruz, que son legión. No hay bar en el que me siente que no se me echen encima la eterna embarazada, un correcaminos que no quiere sino 20 euros, la gitana con la yerba y toda la basca pintoresca y pinturera de la capital. Falta el cobrador del frac. Me da que estos personajes han venido a menos porque ciertos perseguidos airados les han zurrado la badana en alguna que otra ocasión, incluido el caso del beduino que levantó el coche del pobre cobrador con una pala mecánica, en un pueblo de esa península. Y lo mandó al hospital. Pero confieso y reconozco que tengo un atractivo especial para los pedigüeños, así que he decidido no salir a la calle.

Esta legión de vagos, a la que hay que sumar los gorrillas aparcacoches, significan una renta para cualquier bolsillo, porque la tarifa mínima es un euro. Existen gorrillas, por ejemplo los del Hospital de La Candelaria, que ganan fortunas porque no pagan impuestos y todo va para la buchaca. Yo les calculo, como mínimo, 150 euros diarios, que multiplicados por 30 días hacen 4.500 euros al mes, libres de impuestos. Con éstos no se mete Hacienda.

3.- Vivir de la gorra es lo más bonito del mundo, sólo al alcance de unos pocos. Se trata de sociedades subterráneas perfectamente organizadas. Se reparten los espacios, como aquellos distritos neoyorquinos de la mafia; no se interfieren, no se pelean, tienen la ciudad tomada y convenientemente separada por zonas de influencia. Uno no entra en la del otro. Si les das menos de un euro te ponen como un zapato. Y un euro son casi 200 pesetas. No les vaya a pasar a ustedes como a un amigo mío, que llegó al estadio a última hora, no encontró sitio, se le acercó el gorrilla con un manojo de llaves, mi amigo no tenía sino un billete 500 euros en el bolsillo; el gorrilla le dijo que se fuera tranquilo, que él se lo cambiaba y se lo daba al final del partido. Volvió mi amigo, el gorrilla había huido, dejando el manojo de llaves sobre uno de los coches a su cargo; el de mi amigo se lo llevó la grúa y le costó 100 euros sacarlo, más 150 de multa. Total: 750 euros... además de la entrada del partido. Un día completo el suyo; y, encima, perdió el Tete. ¡Tolete! Ni una entrada de Champions.

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