Su juventud destila un inconformismo y unas ganas por seguir acumulando experiencias como la que se le presenta con la ópera "Don Quijote", un espectáculo que se instalará en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife los días 26 y 27 de abril. "No estaría diciendo la verdad si le contara que en mi interior no siento el nerviosismo del que se enfrenta a su primera gran oportunidad", dice el director de orquesta, compositor y pianista italiano Alessandro Palumbo. Formado en centros de primer nivel de Italia, España y Alemania, su perfil musical se ha alimentado -desde el año 2009- de los conocimientos que compartió al lado de maestros como Alberto Zedda, Lorin Maazel, Zubin Metha, Patrick Fournillier o Yves Abel. "La oportunidad de trabajar con músicos de primer nivel es algo realmente excitante", confiesa Palumbo en relación a los componentes de la Orquesta Sinfónica de Tenerife.

¿Cómo ha sido la adaptación de la versión original de Massenet a este formato?

Ha sido un proceso muy divertido y, sobre todo, pedagógico. Este "Don Quijote" es una oportunidad para contar una gran historia a los niños a través de la música. A un público como el que va a venir al Auditorio de Tenerife no podemos ofrecerle un proyecto demasiado pesado, sino algo que atrape una parte importante de su atención y lo involucre en las escenas. Además, las partituras de Massenet son tan frescas que es casi imposible aburrirse escuchándolas.

¿Esa transformación está condicionada por el tipo de público para el que se ha diseñado este espectáculo operístico?

Hemos tenido que acortar varias partes de la ópera, por supuesto, aunque sin tocar las notas de Jules Massenet. Eso es algo que yo no me atrevería a hacer. Mi deber como director es respetar su música y saber elegir los fragmentos adecuados para reconstruir una ópera larga en algo más ligero.

Pero un director siempre debe imprimir su sello a un proyecto, ¿no?

Sí, pero una cosa es interpretar la música que ha escrito un gran maestro y otra bien distinta es manipular sus partituras.

A pesar de que todavía no ha debutado como director, el Auditorio de Tenerife no es un escenario extraño para usted.

Yo he tenido la suerte de haber sido invitado como director asistente en dos ocasiones: en la ópera "Nabucco", con el maestro Ortega, y en el "Don Giovanni", a las órdenes de Sergio Alapont. Ponerse al frente de la Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST), que no solo es un sólido referente en España sino en Europa, es sueño hecho realidad.

¿Intimida colocarse al frente de la OST?

Aún soy demasiado joven para ver si eso se irá normalizando con el paso de los años. De momento, hay nervios y expectación. La oportunidad de trabajar con músicos de este nivel es algo realmente excitante.

¿Con qué corriente o escuela se siente más influenciado?

No había pensado en esa pregunta, pero es obvio que estoy más cerca de la tradición italiana. Yo no he decidido aún el lugar en el que quiero estar... Muchos directores tienen claro que su apuesta es la italiana y les cuesta alejarse de ella. Yo, en cambio, me considero un director cosmopolita que ha acumulado experiencias en Italia, Alemania o España. Me siento libre para moverme sin ataduras por programas operísticos o sinfónicos, estilos musicales o lugares en los que se compuso una obra.

¿Cómo definiría esta ópera?

Siendo un poquito sincero tendría que decir que esta versión es menos amarga y no tan cínica como la de Massenet. Giorgia Guerra, la directora de escena, y yo hemos hecho un trabajo para endulzar ese aspecto y proponer un Don Quijote más héroe y menos víctima de su propio destino. Este personaje siempre enseña algo nuevo a los espectadores...

Hablando de enseñar, ¿es importante que el público más joven se interese por la ópera?

Ese es uno de los retos de este "Don Quijote". La ópera necesita la curiosidad de los niños. Algunos creen que la música clásica se muere, pero eso no es verdad. Lo que voy a decir puede que suene algo contradictorio, pero estamos obligados a modernizar la tradición.

¿Son ellos los que deben sostener este género musical?

Las nuevas audiencias se tienen que sentir identificadas con las creaciones de los autores contemporáneos... Esta es una de las claves para modernizar un género que sigue atado a la tradición. Tenemos la misión de ir formando a la audiencia que va a mantener viva a la ópera en 15 años.

¿Por qué cuesta tanto dar salida a las nuevas creaciones operísticas?

Ese es un problema que está por resolver... Los directores de hoy debemos ser más protectores de la música de nuestro tiempo. El hecho de trabajar con óperas que fueron escritas hace doscientos años es como hablar de nuestros antepasados o historias que nos contaron nuestros abuelos, es decir, hay que ser respetuosos con la tradición y valorar lo que hicieron sin tener que renunciar a buscar nuevos caminos. Beethoven encontró la música de su tiempo y nosotros aún no hemos hallado la que se corresponde con el periodo que nos ha tocado vivir. Ese es el reto. Buscar y promocionar la música de nuestros días.