Juan y María (nombres ficticios) eran una pareja con un hogar y un empleo que les permitían llevar una vida normalizada. Hace cuatro años perdieron sus trabajos. Su situación empeoró hasta tal punto, por la falta de ayudas públicas, que llevan ya dos años viviendo en su vehículo, lo único que les queda.

"Fuimos desalojados hace más de dos años porque no podíamos pagar el alquiler. Al principio vivíamos en casa de amigos, pero esa situación no podía mantenerse y acabamos en nuestro coche. Gracias a dios que teníamos un vehículo porque hubiéramos acabo durmiendo en la calle", relata la pareja. "Hemos pasado más de una semana sin comer, pero sabemos que muchas personas están pasando por esta situación", comenta María.

Por fortuna para esta pareja, y 30 personas más del área metropolitana que se encuentran en situaciones similares, la Cruz Roja de La Laguna colabora cada noche llevándoles una manta y alimentos, principalmente caldo caliente, un bocadillo y una pieza de fruta. "Sabemos que ayudamos a que no pasen fatiguitas por las noches y eso es bueno", explica Yaiza, una de las veintitrés voluntarias que colaboran en el proyecto Unidad de Emergencia Social (UES).

Aunque el servicio estaba enfocado al reparto de alimentos, el invierno tan frío de este año hizo que los usuarios solicitaran mantas antes que comida. "Tuvimos que donar ropa de abrigo porque preferían eso al bocadillo", comenta la coordinadora del servicio, Nereida Santana.

Otra de las personas que subsisten gracias a la ayuda de Cruz Roja es Manuel (nombre ficticio), un portugués de 64 años. Llegó a Tenerife hace 9 años y abrió un negocio, pero por la crisis tuvo que cerrarlo y mudarse con su pareja. Ahora la relación se ha roto y no tiene nada; lleva 13 meses viviendo en un coche y no cobra ninguna ayuda. Su única forma de sobrevivir, "vender cupones", explica.

Hasta hace unos años, quienes se encontraban en estas condiciones de vida eran personas con adicciones e, incluso, problemas psicológicos. "Ahora el perfil ha cambiado totalmente", explica Nereida Santana.

"La situación de crisis ha ampliado los perfiles de las personas que no tienen dinero y se ven abocados a vivir en la calle, sin saber cuándo volverán a comer o dormir caliente", señala.

Familias enteras y personas jóvenes se encuentran viviendo en la calle, en el coche u "okupando" casas en muy malas condiciones. Su situación es precaria, algo impensable para ellos hace muy poco tiempo, cuando su situación era totalmente diferente.

Muchas de estas personas, no acostumbradas a la situación, viven con miedo a lo que les pueda pasar en la calle. El vehículo en el que vive Manuel fue quemado el pasado domingo con él dentro, "tuve que salir por la puerta de delante porque me querían quemar vivo". Por su parte, la pareja de Juan y María vive con un perro para que les avise si alguien se acerca al coche, ya que están en una zona retirada de la ciudad.

Pero este no es su único temor, las dificultades para encontrar empleo, provocadas por la situación económica, la edad y la falta de formación, les ha llevado a una desesperanza de salir de la calle. Juan es uno de los miles de canarios que se dedicaban a la construcción y se quedó sin empleo. Con tan solo 49 años no tiene esperanza de volver a encontrar trabajo. "Buscamos trabajo, pero no sale nada", asegura.

Este servicio de reparto de cena es único en Canarias y se viene haciendo desde marzo. CajaCanarias financiará el reparto hasta el próximo mes de julio. "Necesitamos fondos para darle continuidad cuando dejemos de contar con los fondos de CajaCanarias, y el Sorteo del Oro es la mejor vía para conseguirlo", detalla Nereida Santana.

El dinero recaudado con este sorteo es destinado al municipio en el que se vende, por ello, al comprar un boleto se ayuda a las personas que peor lo están pasando a "nuestro alrededor", concluye.

Implicación emocional

Las historias a las que se enfrentan los voluntarios cada noche en el reparto son duras, por ello este proyecto requiere una implicación personal por su parte. Las personas que forman parte de este proyecto están concienciadas de las penurias que están pasando quienes viven en la calle. "No estamos dando caridad, damos justicia social de alguna manera", dice la voluntaria Maite.

No son mendigos

Los voluntarios recibieron durante una semana formación sobre resolución de conflictos, apoyo psicológico y humano, y primeros auxilios psicológicos. La formadora, Lourdes, se encarga de que aprendan a tratar adecuadamente con estas personas cuya situación es límite y necesitan un cuidado especial. Deben tener en cuenta qué se puede decir y qué no para que confíen en ellos y acepten su ayuda. "No podemos llamarlos mendigos porque la mayoría no está ejerciendo la mendicidad, son personas que temporalmente por diversas circunstancias no tienen donde vivir", explica Lourdes.