Eligió un verso de Lorca para dar título a su segunda novela, la quinta aventura literaria si ampliamos el radio de acción a sus primeros tres ensayos. La periodista y escritora Teresa Viejo (1963) participa en Güímar en un Congreso Nacional de Literatura que reúne desde ayer a una veintena de autores. "Me gustan las historias de amor que van al límite; dar a los lectores pasiones desatadas y jugar con esa idea de si no puede ser, que el tiempo nos encuentre", avanza la creadora madrileña.

¿Es muy ingenuo pensar que una historia de amor no se pueda colar en un libro?

Yo me he liberado de clichés, de prejuicios, de ambages... "Que el tiempo nos encuentre" es una obra de sentimientos. Es cierto que tiene fases de intriga y de misterio, pero lo que sí que hay en esas páginas es mucho amor.

¿Decir sin rodeos que en su libro hay sentimientos es un punto a su favor?

Soy muy pasional y no sé ocultar mis sentimientos; la ficción no tiene que cambiar lo que realmente me gusta. ¿Qué novela hay, incluso en el género policiaco más puro, que se resista a hablar de las pasiones humanas? Me gusta disfrutar de las situaciones límites, y con ello no digo que las viva yo porque soy una persona bastante convencional, a través del cine y los libros que funcionan así.

Esta es una voz distinta a la de su primer libro; ¿la búsqueda de ese elemento narrativo permanece abierta?

No es una obsesión porque no vivo hipotecada por ello, pero es verdad que para mí es una motivación hallar esa voz. Mis primeros tres libros fueron unos ensayos y eso fue un ejercicio de periodismo puro y duro. Cuando comencé a escribir ficción busqué, me medí y probé en qué lado me encontraba más cómoda. En "Que el tiempo nos encuentre" existen elementos que ya estaban en "La memoria del agua", pero mi lenguaje ya tiene menos artificios y, en cambio, he ganado una visión más descarnada. Ahora me lo paso bomba generando tramas de misterios.

¿Su apuesta por el misterio es definitiva?

Un autor debe estar abierto a distintas opciones creativas, pero el misterio es un género que me atrae. Me gusta engañar a los lectores con caminos marcados con garbancitos; que crean que están en el sentido correcto y de repente se encuentren con un pedrusco para llevarme la historia a otro lado. Sigo atrapada por esas historias de amor descarriado de las que hablaba García Márquez.

¿El periodismo sigue siendo una de las puertas más usadas para llegar a la literatura?

El periodismo es un gran ejercicio de musculación para encontrar a un buen narrador... Si uno quiere correr algún día una maratón tendrá que entrenarse duro durante muchos días. Pues eso es el periodismo. Otra cosa distinta es preguntarse qué es el periodismo.

¿Y qué es el periodismo actual?

Tengo la impresión de que lo que están percibiendo actualmente los lectores, los oyentes y los espectadores de televisión no es periodismo, sino otra cosa... Yo sí que entiendo esta profesión porque soy de una generación en la que se contrastaban las informaciones antes de difundirlas. Hoy todo es mucho más rápido y, por lo tanto, menos preciso.

¿Se ha sentido desengañada por esta profesión?

Desde que empecé a escribir esta novela he pasado por distintas fases. En estos tres años he vivido un proceso de desafección, que no ha llegado ser de vergüenza pero casi, aunque después del descrédito llegó la reivindicación de una profesión muy digna que no se merece el trato que está recibiendo.

¿Ya tiene dominada a sus facetas creativas: la vinculada con el mundo de la información y la que está al servicio de una editorial?

En mi primera novela sí andaba algo perdida, pero ya he aprendido a distinguir hasta dónde llega le periodista... A la Teresa escritora se le ven las costuras; es una Teresa en zapatillas. La otra, la Teresa Viejo, es una profesional de la información que ha demostrado tener cierta solvencia y credibilidad periodística.