El proceso de envejecimiento que experimenta Canarias desde finales del siglo pasado culminará en los próximos años. Las proyecciones estadísticas indican que falta muy poco para que las Islas tengan más población con más de 65 años que con menos de 15, al tiempo que perderá peso la de entre 16 y 44, todo un vuelco a la estructura demográfica que acarreará serios problemas, entre ellos la sostenibilidad del sistema de pensiones, pero también algunas oportunidades.

La población más joven supone actualmente el 15,3% del total, mientras que la de más de 65 representa el 14,3%, según los datos del padrón continuo publicados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este mismo organismo prevé que en 2023 los mayores hayan ascendido hasta el 19% del total y que los canarios de hasta 15 años sean solo el 12,9%. Lo drástico de este cambio se aprecia mejor si se recuerda que en el año 2000 la base de la población -los de menor edad- superaba el 17,5% de los residentes, en tanto que el peso de los mayores de 65 se situaba en un exiguo 11,6%. Así pues, la catalogación de Canarias como una región demográficamente joven empieza a ser cosa del pasado.

La combinación de dos factores contribuye a explicar esta evolución: el aumento de la esperanza de vida y la acentuada e ininterrumpida disminución de los índices de natalidad y fecundidad. "La población canaria mantuvo unas tasas de natalidad y fecundidad muy altas durante mucho tiempo, por encima de la media española, pero cuando empezaron a bajar lo han hecho tan rápidamente que ahora estamos en el extremo opuesto y tenemos las más reducidas del país y de manera sostenida desde hace años", expone Josefina Domínguez, profesora titular de Geografía Humana en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC).

No obstante, el Archipiélago todavía conserva "unos niveles de juventud considerables", que constituyen el remanente de esa "historia lejana". Pero en un futuro próximo eso cambiará y las generaciones aún juveniles "alcanzarán la cúspide de la pirámide de población y serán muy voluminosas en relación a la base". "El proceso de envejecimiento es mucho más acelerado", constata Domínguez.

¿Ha atenuado algo la inmigración, que se intensificó precisamente durante la primera década de este siglo, la tendencia al envejecimiento de las Islas? "Menos que en otras zonas de España", contesta la docente e investigadora de la ULPGC. La inmigración laboral de jóvenes -procedentes, sobre todo, de Latinoamérica- "ha rejuvenecido un poco, aunque no demasiado". Además, entre esos colectivos se está produciendo el retorno a sus países.

Pero la inmigración hacia Canarias tiene otra cara, la de carácter residencial protagonizada por ancianos extranjeros, en especial británicos y alemanes, que causa el efecto contrario.

La mengua de los sectores más jóvenes de la población y el incremento de los más viejos tiene consecuencias preocupantes muchas veces comentadas y objeto de debate. Afecta a las denominadas "políticas de transferencia". "Puede no haber suficiente número de personas adultas para transferir los recursos necesarios a los dependientes y los niños", dice Josefina Domínguez.

El futuro de las pensiones es, en este sentido, "uno de los factores más complejos". A las dificultades que implica el envejecimiento se suma la crisis. No es solo que no haya suficientes "productores", sino que entre esos "muchos están parados" y su aportación a las políticas de transferencia se reduce o desaparece.

Hay, sin embargo, "ventajas" en este proceso, destaca Domínguez. La "economía social" puede verse beneficiada en forma de creación de empleos para la atención a los ancianos y dependientes. El sector turístico también tendrá la oportunidad de mejorar sus niveles de ocupación en temporadas habitualmente bajas -el invierno- gracias a los viajes de los mayores. Son dos aspectos de un fenómeno tan inevitable como difícil de gestionar.