Rafael Nadal, considerado el rey de la tierra batida, y David Ferrer, el constante obrero del tenis, disputan mañana su tercer duelo consecutivo en Roland Garros, tras la final del año pasado, lo que garantiza una presencia española en semifinales.

Aunque Ferrer nunca ha derrotado a Nadal a cinco sets y el balance de duelos anteriores es muy favorable al número uno del mundo (21 a 6), el duelo de mañana tiene una particular connotación, porque el quinto cabeza de serie se impuso en el único mantenido este año.

Fue en los cuartos de final de Montecarlo y constituyó la primera derrota de Nadal en la temporada europea de tierra batida, que en ediciones anteriores solía dominar con suficiencia.

Luego, el rey de la tierra sufrió otras dos, contra su compatriota Nicolás Almagro en cuartos de Barcelona y frente al serbio Novak Djokovic en la final del Masters 1.000 de Roma.

Esas tres derrotas, algo inédito desde que en 2005 Nadal comenzó su reinado en la tierra batida, hicieron que el mallorquín llegara a Roland Garros con la sensación de ser más vulnerable que nunca, en un momento en el que espera levantar su novena Copa de Mosqueteros y su décimo cuarto Grand Slam, tres menos que el emperador Roger Federer.

Nadal, que reconoce que su temporada en tierra batida no ha sido tan brillante como en el pasado, no para de repetir que su evolución es ascendente.

Eso, unido a que en París, Nadal atesora el récord de victorias (63) y que solo ha perdido un partido, en 2009 contra Robin Soderling, confieren al número uno del mundo cierto ascendente, sean cuales sean las circunstancias y el rival.

Otro punto de interrogación en el campo del mallorquín se refiere su espalda. Aunque ha reconocido que arrastra problemas, Nadal ha creado un muro informativo sobre los mismos, sin querer ofrecer ningún tipo de detalle.

Un bloqueo informativo que no ha impedido que las especulaciones recuerden que fue precisamente la espalda lo que le impidió ganar la final del Abierto de Australia contra el suizo Stan Wawrinka.

Lo que sí ha reconocido Nadal es que esos problemas limitan su servicio, que en algunos partidos, en concreto en tercera ronda contra el argentino Leandro Mayer, fue extremadamente lento.

El tenista aseguró que, en la medida en que pueda solucionarlos, estará en disposición para competir con los grandes para ganar una quinta vez consecutiva en París.

Porque hasta ahora, Nadal se ha enfrentado con rivales de poca entidad, lo que no le ha obligado a desplegar su mejor versión para alcanzar los cuartos sin perder ni un solo set.

Uno se ha dejado David Ferrer en un torneo en el que se le ha visto confiado y sereno, avanzando sin hacer ruido, el sello de la casa.

Considerado durante muchos años el principal aspirante a romper la hegemonía de los cuatro grandes del ránking, el de Jávea, que consiguió el año pasado por primera vez llegar a la final de un Grand Slam en Roland Garros, repite que le falta un escalón para disputar con los que le anteceden en la clasificación.

Y, modesto, reconoce que si Nadal está en plenitud de condiciones será muy complicado batirle a cinco sets.

Para hacerlo, tendrá que superarse, dar un paso más del tenista constante incapaz de elevar su nivel cuando enfrente tiene a un rival superior.

Es el tercer año consecutivo que alcanza los cuartos en Roland Garros y el décimo Grand Slam seguido en el que llega a esa fase.

Pero, aparte de la final del año pasado en París, superada esa fase, el hombre constante deja entrever sus límites.

Al ganador le espera otro duelo de altura, entre el vencedor del partido entre el británico Andy Murray, séptimo cabeza de serie, y el ídolo local, el francés Gael Monfils.