Al Smith inició una huelga de hambre que califica de "involuntaria". No es que quiera dejar de comer. La realidad es más dura: "No tengo dinero para comprar alimentos. Si pudiera, comería". Ayer se levantó, se colgó un cartel en el que explica su situación y se fue a la puerta del Ayuntamiento de Breña Baja. En la vivienda donde reside tampoco podrá estar durante mucho más tiempo, después de que no haya podido pagar el alquiler desde el pasado mes de marzo. "Espero el desahucio", afirma.
Al Smith, de 56 años, vive con su pareja. Son eslovenos, con residencia en Canarias desde hace nueve años. Hace dos llegaron a La Palma. Buscaban "tranquilidad y un trabajo para sobrevivir" tras un tiempo en el sur de Tenerife. El marido sabe cinco idiomas, pero no encuentra trabajo, aunque está dispuesto a aceptar cualquier oferta, mientras que ella, Marianne Smith, "lleva cuatro años enferma, sin un diagnóstico concreto". Ninguno tiene ingresos, "ni un céntimo en efectivo ni comida para sobrevivir".
No es un caso extraordinario, pero sí es el reflejo de lo que miles de personas, familias, viven tras la llegada de una crisis económica que para muchos está dispuesta a quedarse. El 20 de febrero de 2014 solicitaron la prestación canaria de inserción (PCI). Un mes después les llegó la respuesta. Les rechazaron la petición al entender que "nuestra situación no es lo suficientemente grave para acceder a este tipo de ayuda".
Al ser cuestionado por la importancia de saber cinco idiomas, alemán, inglés, holandés, español y esloveno, para encontrar trabajo en Canarias, sobre todo vinculado al mercado turístico, y la búsqueda que ha realizado para lograr un empleo, Al Smith aseguró que "medio Tenerife y La Palma tienen mi currículum para botones, ayudante de recepción, taxista, de lo que sea, y nada". Señaló, con angustia, que "en barco yo aprendí la primera palabra en español: cerveza. Luego, en Las Galletas, supe decir, de todas las veces que me lo dijeron, tranquilo, mañana y no se preocupe, y más tarde me enseñaron la palabra manga".