El 30 de mayo los medios de comunicación recogieron distintas noticias sobre el día de Canarias -desde discursos vacíos de los políticos a actos rutinarios que no trascienden lo local-; sin embargo, uno de los acontecimientos más importantes para las Islas se producía fuera del Archipiélago. Ese día, en Harvard, la universidad más importante del mundo, leía brillantemente su tesis doctoral (el grado académico máximo al que alguien puede aspirar) un joven tinerfeño, Álvaro Santana Acuña. Mucho se debate ahora sobre la miopía de los medios de comunicación tradicionales: que si se dedican a cacarear lo que les dicen las fuentes sin buscar noticias propias, que si destacan aquello que menos importa a la sociedad, que si están alejados de la realidad o que si son incapaces de ver lo realmente importante.

Lo cierto es que, si en vez de leer la tesis en Harvard -no hay noticia de que muchos canarios lo hayan logrado-, Álvaro hubiese ganado un concurso de telerrealidad o una competición deportiva, ese canario habría sido portada en los periódicos. Visto así se entiende que una parte de la población dé la espalda a los medios tradicionales. La cultura de la chabacanería y lo insustancial -junto al poder de los gabinetes de prensa institucionales- los han asfixiado.

La tesis con la que el flamante doctor por Harvard logró su prestigioso título es brillante, erudita, enormemente compleja y, sobre todo, rompedora, como casi todas las que se leen en Harvard. Santana Acuña ha recopilado miles de datos inéditos sobre el primer catastro de Francia en el siglo XVIII para relacionar la medición física del territorio con la creación mental del concepto de estado-nación. ¡Nada más y nada menos! Es una tesis interdisciplinar: relaciona la historia con la sociología -de hecho, la leyó en el departamento de Sociología, el más importante del mundo-, pero también con la política, las prácticas culturales y las matemáticas.

Yo he conocido a Álvaro este curso durante mi estancia en Harvard como profesor visitante, en mi caso en el departamento de Historia de la Ciencia. Hemos hablado mucho de lo que nos duele Canarias a los que estamos fuera. No siempre estoy de acuerdo con sus puntos de vista; pero como canario me siento orgulloso de sus importantes logros. El primero es que ha conseguido ser doctor por Harvard -donde un curso académico cuesta 70.000 dólares- gracias a becas enormemente competitivas como la prestigiosa beca Fulbright y otras estadounidenses. No es brillante quien dice serlo, sino quien compite en condiciones donde solo gana un 0,1% y triunfa. Como docente en una universidad pública me emociona que alguien sin recursos económicos pueda doctorarse en Harvard -obviamente si es brillante-, independientemente del lugar de procedencia o su renta. Y eso es toda una lección para los jóvenes talentos. El nivel cultural de Canarias se puede medir por cuánta gente piensa que Pedrito -el jugador del Barcelona- es más importante que Álvaro.

Lo relevante para Canarias con este nuevo doctor es que la visión que la academia internacional tiene de lo que sucede en el mundo no procede de Canarias o España, donde los profesores de Humanidades y Ciencias Sociales no suelen publicar mucho en inglés; el enfoque que se asienta como paradigma procede de los doctores por las universidades de élites -y de sus profesores- que tienen acceso a publicar en revistas y editoriales globales. En áreas científicas y tecnológicas lo importante es el dato. De ahí que un químico como Antonio González pudiera tener repercusión mundial -o los físicos del IAC- trabajando desde Canarias. Los laboratorios del mundo comprobaban las moléculas que don Antonio decía haber obtenido y, obviamente, le reconocían el mérito.

Pero eso no pasa con los historiadores, sociólogos, abogados, filólogos o filósofos canarios. En esas áreas lo importante es el discurso y la escuela; es decir, la jerarquía de la autoridad prevalece frente al valor del dato en ciencias. No hay historiadores, sociólogos, filólogos o filósofos canarios -o españoles- conocidos mundialmente. Por ello, siendo igualmente elogiable, no es lo mismo un canario doctor en Química por Harvard que un canario doctor en Historia o Sociología; en química importa el dato, en historia dónde te doctoraste. No puedo afirmar si Álvaro Santana es el historiador más innovador que ha tenido Canarias; pero, tal y como funcionan las universidades del mundo, sí puedo asegurar que será el más poderoso, en el sentido de que su título de Harvard hará que todos quieran escuchar -y publicar- su discurso, mientras que un titulado por la Universidad de La Laguna tendrá que comenzar por esperar una mínima oportunidad. Así de duro es el ambiente académico internacional en el área de Humanidades y Ciencias Sociales.

Tras finalizar su doctorado, Álvaro Santana ha conseguido un contrato de profesor a tiempo completo en Harvard -algo todavía más difícil que doctorarse allí- y los canarios tendremos que seguir muy atentamente por dónde quiere continuar sus investigaciones. Como yo le he comentado -haciendo valer mi mayor edad y experiencia-, tiene dos vías: olvidarse de Canarias e investigar temas internacionales comunes, o usar Canarias como ejemplo para analizar asuntos mundiales.

Yo, como tinerfeño, le he sugerido esta última vía, porque me duele que Canarias -o España- no esté en la agenda de investigación de las grandes universidades del mundo. Por ejemplo, puede estudiar la evolución social y económica de las ciudades patrimonio o usar La Laguna como ejemplo -según su hipótesis- para demostrar que ser declarado Patrimonio de la Humanidad puede resultar más perjudicial que beneficioso: en lugar de conservar, ayuda a destruir el patrimonio de esa ciudad si la gestión -como él sostiene- no es buena.

Si eso lo sugieren todos los catedráticos de Historia de las universidades canarias -aunque firmen un documento conjunto- no llega muy lejos, a lo sumo a un libro publicado por el Cabildo y de circulación regional. Pero si lo afirma alguien doctorado por Harvard y profesor de esa universidad en un libro o revista de alcance mundial, la Unesco tiembla. Además de en castellano, Santana escribe en inglés y francés -no necesita traductores- y tiene las puertas abiertas a esas editoriales al ser de Harvard. Visto así, no se entiende cómo los medios de comunicación aún piensan que Pedrito es más importante.

Mientras que en Ciencias o Ingeniería, además de talento, se necesita mucho dinero para demostrarlo, en Humanidades y Ciencias Sociales, si se tiene talento y, además, el aval de la universidad más importante del mundo, solo se necesitan ganas de liderar ideas controvertidas. De ahí el gran potencial y el enorme orgullo que todos los canarios tenemos que sentir por el triunfo callado, merecido y muy sacrificado de Álvaro Santana Acuña. ¡Enhorabuena, paisano! Y, por favor, no te olvides de tu tierra.

Universidad Carlos III de Madrid y profesor visitante en el Departamento de Historia de la Ciencia de la

Universidad de Harvard