No es el único, pero Uber se ha convertido en el abanderado del fenómeno del vehículo compartido que ha puesto en jaque a la industria del taxi y que avanza imparable y sin complejos frente a leyes y demandas, gracias al apoyo de sus centenares de miles de usuarios.

La empresa que nació en San Francisco en 2009, en plena crisis, como una alternativa más de transporte urbano ha terminado por sacudir los pilares de un sistema cuyas reglas dejan fuera de juego a sus coches.

Para sus detractores, Uber fomenta la piratería sobre ruedas, para sus partidarios, supone una revolución motora.

Desde sus oficinas en California, el equipo de Uber observaba hoy las manifestaciones de taxistas que paralizaron las principales capitales europeas.

Los trabajadores del gremio protestaban por el modelo de negocio que promueve Uber y que consiste, básicamente, en poner en contacto a través de una aplicación de teléfono a conductores privados con peatones con necesidad de transporte.

Una especie de "autostop 2.0" que hace que potencialmente cualquiera que tenga un coche propio pueda ejercer como si fuera un taxista una vez que Uber da su visto bueno, sin importar que tenga los permisos requeridos por las autoridades.

"Hoy Uber está centrado en Europa en mantener a la gente moviéndose, pase lo que pase, que es lo que hacemos en todas y cada una de las ciudades que servimos", aseguró la compañía en un comunicado remitido a Efe.

La empresa se siente avalada en sus posiciones por la aceptación que dice tener allá donde hace acto de presencia (ya está en más de 70 ciudades), una respuesta popular que parece dar a la empresa una suerte de autoridad moral.

"Los europeos votaron abrumadoramente con la punta de sus dedos subiéndose a Uber, descargando Uber y levantándose a favor de más opciones para el consumidor. Por ejemplo, en Londres, las descargas de la aplicación de Uber han subido un 850 % respecto al miércoles pasado", dijo la compañía.

"En resumen, con más opciones de transporte ganan los pasajeros, los conductores y las ciudades. Esto es lo que vimos hoy en Europa", añadió la empresa.

Lo cierto es que Uber, que hace dinero con una comisión sobre el monto final de cada carrera, está acostumbrado a encontrar oposición. Desde San Francisco a Los Ángeles, Boston y Nueva York o Seattle en los estados Unidos.

En esa última ciudad se aprobó una ordenanza muy restrictiva para limitar la práctica de Uber, Lyft y otras empresas similares, y como respuesta una coalición de defensores de coches compartidos recogieron suficientes firmas para bloquear su aplicación y forzar que la medida se someta a una consulta popular.

Uber se congratuló de ello en su blog: "Primero era libertad de transporte. Entonces se convirtió en un movimiento. Ahora es un referéndum".

En septiembre de 2013, el parlamento californiano fue el primero en EEUU en dar el paso y aprobar una regulación que ampara servicios como los de Uber y Lyft. Las compañías tienen muchos frentes abiertos y tratan de movilizar a sus bases para ejercer presión sobre los políticos para continuar con su actividad.

En San Francisco, donde todo empezó y donde los vehículos compartidos cuentan con el beneplácito del alcalde, la batalla sigue abierta para los servicios al aeropuerto, donde los conductores requieren de un permiso especial. Uber no quiere ceder, los gestores aeroportuarios tampoco. Los viajeros, sin embargo, siguen usando la aplicación del móvil para ir a coger el avión.

El tiempo, hasta la fecha, parece estar del lado de Uber en su cruzada. En San Francisco, el gremio de taxistas les demandó en noviembre de 2012. Según datos publicados por Fortune, en enero de 2014 un tercio de los taxistas ya habían empezado a trabajar con Uber.