Últimamente se ha dejado ver en la decimoquinta temporada de la serie televisiva "Cuéntame cómo paso" para dar vida a Bretón, un agente de policía corrupto que le da un inesperado vuelco a la ficción protagonizada por los Alcántara. En La Laguna nos encontramos con Pedro Mari Sánchez. La voz de Álex en "La naranja mecánica" (Stanley Kubrick), uno de los hijos de Alberto Closas en "La gran familia", un actor que acumula más de medio centenar de aventuras interpretativas junto a Paco Rabal, José Tamayo, Agustí Villalonga, Juan Carlos Fresnadillo o más recientemente con Enrique Urbizu. "Si no sales en televisión la gente pierde la perspectiva de todo lo que has hecho antes", argumenta un creador que está por la labor de seguir corriendo riesgos artísticos. "Mi gran vitalidad me impide alejarme del mundo de la interpretación".

Estar en el elenco de "Cuéntame cómo paso" es una gran oportunidad, ¿no?

Estoy muy contento por entrar a formar parte de un proyecto que realiza un recorrido tan preciso por nuestra historia más cercana. La clave de este éxito está vinculada con un lenguaje documental a partir del cual muchas series crecen dentro de una serie: cada capítulo se narra de una forma distinta según las tramas que se les presentan a los espectadores.

¿Cómo se siente dando vida a Emilio Bretón?

Es un personaje fascinante que me atrapó desde el principio porque se mueve en ese espacio en el que un régimen desaparece y hay un tránsito en el que las fuerzas de seguridad corren el riesgo de adaptarse a los nuevos tiempos que están por venir o montarse una historia por su cuenta. Es algo parecido a lo que ocurrió cuando se desmoronó el bloque soviético y las mafias que se hicieron con el control. El papel de Bretón es de una enorme riqueza y complejidad porque él siempre va a lo suyo sin tener en cuenta las ideologías. La tele es un medio que garantiza una popularidad inmediata. Si no sales en la televisión la gente pierde la perspectiva de todo lo que has hecho antes.

¿Da la impresión de que vivimos una especie de ciclo "vintage" en el que se mira en exceso a lo que pasó en la década de los 80?

En mi caso no hay ningún sentimiento de nostalgia, entre otras cosas, porque entiendo que cada momento es el mejor que puedo vivir. Soy una persona muy vital que construye su presente con los recuerdos. Si nadie tuviera como referente las imágenes del pasado no podríamos vivir, ¿no? Cuando miras a los ochenta te das cuenta de que inevitablemente se hicieron algunas cosas que estaban bien. Otras no resultaron tan positivas. La convivencia no es fácil. Esa es el gran asignatura pendiente que tenemos los seres humanos para no exterminarnos.

¿Hacer cultura en 2014 es más complicado que el pensamiento utópico cultural que se percibía hace tres décadas?

¿Hacer cultura? Ese es un término que me asusta. Me interesa mucho más lo que tiene que ver con la educación que el concepto de hacer cultura. Sobre todo, porque la cultura al final es un compendio de actividades de una sociedad que no se debe quedar en el hecho cultural, es decir, el desarrollo tecnológico igualmente debe formar parte del sello cultural de un país.

¿Estar dentro del entramado cultural se ha convertido en una profesión de alto riesgo?

Los que nos dedicamos a esto sabemos que hay que convivir con esos riesgos. Esta profesión es así. Yo estoy acostumbrado a trabajar en precariedad. Te llaman, haces el trabajo y luego hay que esperar una nueva oportunidad. En temas artísticos, no culturales, siempre ha sido bastante positivo tener uno o más motivos para seguir moviéndote... En este sentido, a pesar de que pienso que financiar a la cultura es un deber dentro de un sistema democrático, buscar variantes para potenciar un producto cultural sin tener que esperar a un sistema de subvenciones oficiales es una opción más complicada, pero no imposible de convertir en realidad. Lo que sí es inaceptable que un país ahorre dinero limitando las inversiones en tecnología, educación y sanidad.

¿No tiene la sensación de que el sector está desprotegido?

Somos una sociedad con muchos prejuicios. No solo en el mundo de la cultura, sino en general. En este país son muchos los que piensan que los actores vivimos de la sopa boba, pero al final siempre hay una explicación para todo. A mí, por ejemplo, no me parece una locura entregar 25 millones de euros de los presupuestos del Estado al cine español si luego recaudas 50 por los impuestos generados por una sola película.

Algunos de los que empezaron con usted tuvieron que irse o decidieron abandonar hace un tiempo, ¿cómo se logra sobrevivir en una profesión tan compleja?

Sobre todo, hay que tener ganar de seguir... En este oficio hay que tener calma, inquietud y mucho coraje. Si no existen esas tres virtudes la angustia te acaba por desbordar. El actor necesita calma para saber que al final siempre aparece una nueva oportunidad, inquietud para no acomodarse y coraje para atreverse con proyectos que están por definir, a equivocarse, a arruinarse y a volver a ponerse en pie... Este mundo me atrapó para siempre cuando siendo un niño actué junto al gran Paco Rabal.