Esa imagen glamurosa que se proyecta sobre los casinos a través del cine y la televisión, dista mucho del día a día que se vive en las salas de juego de la Isla.

Así lo relata Salvador Pérez García, un tinerfeño natural del barrio del Toscal, que lleva nada menos que 27 años ejerciendo el oficio de croupier.

El cómo llegó hasta un casino es resultado de la casualidad o del azar, quién sabe. Tras terminar sus estudios de Bachillerato no encontraba trabajo y fue entonces cuando su padre leyó un anuncio en el periódico en el que se solicitaba personal para trabajar en los casinos que el Cabildo pensaba poner en explotación.

Por entonces su relación con la baraja se limitaba al clásico envite, un tute o los socorridos solitarios, pero tal fue la insistencia de su padre que, finalmente, se presentó a las pruebas, superó un test psicotécnico y de ahí al Puerto de la Cruz, donde pasó un filtro tras otro mientras se seleccionaba a los aspirantes. Desde entonces, el oficio de croupier se ha convertido en su forma de vida.

Recuerda que en al año 88, cuando empezó en este oficio, el Casino Taoro era la referencia: movimiento continuo de gente, presencia de turistas, la música, la gente guapa. "En aquella época dorada, el casino era un escaparate social donde la gente acudía a pasear, tomarse una copa, jugar una partida...", La curiosidad es lo que mueve a la gente, el bullicio y lo "chic".

Allí, en el Taoro, Salvador tuvo la oportunidad de ver cara a cara a Estefanía de Mónaco y a otros muchos rostros de la jet-set que recalaban en la Isla.

De los famosos, recuerda, ya en Santa Cruz, la "década prodigiosa" del CD Tenerife en Primera División, cuando los equipos rivales se hospedaban en el hotel Mencey y los futbolistas, claro, se asomaban al Casino para probar suerte y mostrar el poder de su estatus económico.

"He visto ganar y también perder grandes cantidades de dinero", pero cumpliendo con la confidencialidad omite nombres y también situaciones.

Lo cierto es que, según cuenta, "a los jugadores les apasiona el ruido de la bola girando en la ruleta y esperan el momento para apostar". Cada cual con sus manías y supersticiones. ¿O quién no tiene un número favorito?

Pero desterrando la idea al uso que el común de la gente puede tener sobre lo que es un casino, este croupier señala que la sala de juegos del Mencey es simple, casi familiar: una zona de máquinas tragaperras y mesas de ruleta, black jack y poker, que se juega entre los clientes con dinero en efectivo, quedando para la empresa el beneficio de un canon.

La jornada de trabajo de Salvador comienza antes de las ocho de la noche, momento en el que acude al Casino y tras uniformarse, con impoluta camisa blanca, chaleco negro y pajarita, se preparan las mesas y se disponen los elementos necesarios para recibir a los clientes. "De domingo a jueves abrimos desde las ocho de la noche a las tres de la mañana, mientras viernes y sábado, además de vísperas de fiesta, hasta las cuatro".

Tras cada hora de trabajo, Salvador cumple con un preceptivo descanso de quince minutos, "tiempo que puede parecer escaso, aunque he descubierto que da para hacer un montón de cosas".

Entre las virtudes que se asocian al oficio de croupier hay que destacar la habilidad para realizar rápidas operaciones aritméticas de forma mental y así evitar que se retrase el juego, además de llevar el control de las apuestas y lo que cada jugador debería recibir en caso de ganar y, por otra parte, una escrupulosa imagen de neutralidad, lo que requiere una presentación impecable y modales de alto nivel.

"La rapidez del cálculo tiene que ver con fórmulas como aplicar la tabla del 17 o la del 18; la asociación de fichas; las circunstancias que rodean el juego, además de una sonrisa educada, la complicidad con el cliente, el respeto, las buenas maneras", señala Salvador.

Y si bien este chicharrero sostiene que el juego es "puro azar", hay gente que cree que "nosotros intervenimos y no es así".

Pero el casino es un lugar de encuentro: "Hay personas que acuden para evadirse; otras que persiguen es ganar dinero o quienes buscan un rato de compañía".

Hagan juego, señores. No va más.