El día 23 de junio de 2003 comenzó su trabajo la escuela taller Punta de Abona. Era una iniciativa del Ayuntamiento de Arico en colaboración con el Inem que formó, durante dos años, a 32 jóvenes desempleados menores de 25 años en albañilería y carpintería. Su misión fue recuperar el edificio del antiguo faro de Punta de Abona, uno de los elementos destacados del patrimonio de Arico. Aquella actuación, que se completó muy satisfactoriamente, supuso una inversión de 701.422,82 euros de dinero público.

El objetivo era que la casa del farero (construida hace más de un siglo) se convirtiera en un hotel-escuela antes de su conversión final en un restaurante.

Transcurridos nueve años desde que la escuela taller terminara su trabajo en mayo de 2005, la casa del farero de Punta de Abona no presenta las condiciones adecuadas. La inversión realizada en su momento requerirá un complemento económico para retornar el inmueble a su estado adecuado para el uso que ahora pretende darle el ayuntamiento.

Porque el consistorio volvió el año pasado a retomar la idea de crear un museo y un restaurante en este enclave, con permiso de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife, titular de las instalaciones.

Curiosamente, este organismo rechazó, en diciembre del año 2007, un proyecto de similares características con el que se pretendía crear un museo marino y un restaurante escuela.

El faro de Punta de Abona fue inaugurado el 20 de enero del año 1902 como un elemento de ayuda a la navegación de cabotaje entre Santa Cruz de Tenerife y los puertos de las islas occidentales. Esta infraestructura quedó en desuso y abandonada durante el mes de agosto de 1978, con la construcción de la nueva torre elevada a su lado.

El trabajo realizado por los 32 alumnos de la escuela-taller hace casi una década permitió la recuperación íntegra del inmueble, incluido su techo, con materiales de primera calidad. El trabajo que hicieron recibió alabanzas de técnicos especializados en construcción, pero hoy en el pueblo hay un "sentimiento encontrado". Uno de sus vecinos decía hace unos días que "lo del faro es un ejemplo de lo que sucede en este país: con el dinero de los demás se gasta sin importar en qué y para qué".

Como en todo pueblo, y la Punta lo es, el anonimato es una cuestión esencial. Por eso, nadie quiere que se le atribuya la sentencia final: "En el faro comeremos cuando las ranas críen pelo".