Nerea tiene unos preciosos ojos verdes, enrojecidos de tanto llorar y que apenas abre. La emoción le puede y la voz se le entrecorta al contar su historia en la puerta de un Ayuntamiento de Santa Cruz al que ayer acudió con su pequeño Aitor en busca de ayuda. Solo encontró el consuelo en algún "voluntario social" y de los miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, la PAH, que ha montado su campamento provisional en la Casa de los Dragos mientras también busca un local.

"Pido casa y trabajo, pero no por mí, yo estoy dispuesta a aguantarlo todo, sino por mi hijo", y señala a un chiquillo vivaracho de seis años que se convierte en el centro de atracción de todos los que pasan a media mañana por esta zona de la calle Viera y Clavijo.

Nerea tiene 21 años, nació en Ofra y vivió durante años en la casa de los padres de su pareja, Sergio, que tiene 30 y solo trabaja ocasionalmente. "Hace algo más de un mes -explica- tuvimos problemas de convivencia y nos quedamos en la calle. Nos dijeron que entráramos en una vivienda de Chimisay Bajo, muy cerca de la que habitábamos porque no vivía nadie y eso hicimos". Pero los problemas no habían hecho más que empezar.

"La comunidad de vecinos nos ha denunciado y su abogado ha iniciado el proceso judicial para el desahucio y el desalojo", apunta, de nuevo llorosa, y añade: "No tenemos nada que hacer sino aceptar marcharnos de ahí, pero pido ayuda porque estoy desesperada, no duermo bien y apenas como".

Nerea acudió a los servicios sociales del Ayuntamiento de Santa Cruz pero allí, señala, no encontró lo que buscaba. En su opinión, "me sentí casi amenazada y me culpabilizaron de lo que me pasa. Y lo que no pude soportar es lo que entendí una especie de amenaza sobre la custodia de mi hijo".

Nerea, que está embarazada de "tres meses y dos semanas", teme que pueda correr algún riesgo de abortar "por la ansiedad y los nervios, este sinvivir que estoy pasando durante estos días".

Esta vecina de Santa Cruz está, como casi 30.000 chicharreros, en el paro. "Estudié peluquería, pero solo he hecho algún cáncamo en casa. Ahora hay más peluquerías cerradas que abiertas", señala en uno de los pocos momentos en los que esboza una sonrisa.

"Mi familia no me apoya, me han dejado sola con esta situación", explica. A través de las redes sociales y con la ayuda de un amigo, Nerea conectó con "una persona que está siendo como un ángel para mí y me está ayudando. Gracias a ella lo veo un poco mejor".

Una historia más de la crisis, no solo económica, y de jóvenes con una escasa perspectiva. Y un perfil habitual que adquiere otra dimensión cuando se encarna en una mujer: joven, madre, embarazada, en paro y ahora, además, y, por si fuera poco, con la amenaza de quedarse en la calle.