Una curiosa carreta, que más bien parecía una casa pajiza por cargar una montaña de trigo con infinitas espigas, llevaba en su parte trasera la solución. Los dos extintores que, prudentemente, colocaron sus promotores por si aquello se prendía fuego bien podían servir para apagar un poco el implacable sol que ayer acompañó a San Benito en su cita anual con las calles del casco lagunero. Por lo menos, un poquito. Como ya pasó hace 4 años, cuando España levantó la ansiada copa dorada, la romería de ayer en la ciudad universitaria estuvo marcada por el calor y, para muchos, la espera hasta saber quién se proclamaba campeón del mundo de eso que llaman balompié y que tantas pasiones desata, como algunas mujeres y algunos hombres ayer en Aguere.

La espera, en realidad, fue larga, ya que el recorrido romero acabó antes de las cuatro de la tarde. Faltaban cuatro horas para que sonara el pito en Río de Janeiro y para que muchos se acercaran a bares o casas a ver quién besaba más veces la red, aunque también hubo muchos que se quedaron junto al escenario de San Benito o en el entorno de las cantinas de La Concepción, dos de los lugares más concurridos. La orquesta comenzó a amenizar la tarde justo a las cuatro y cuarto. Una puntualidad casi londinense. Como si hubiese prisa.

De la zona de San Benito a La Concepción, por supuesto, también hubo besos y pitos, pero ese es otro cantar. Un total de 43 carretas con cartel, pues otras se fueron sumando un poco improvisadamente, bajaron y volvieron a subir detrás del santo dejando una honda huella de folclore, comida, vino y ganas de fiesta. Desde los característicos barcos veleros con los nombres de las islas a los carritos menos elaborados, los numerosos asistentes, sobre todo en el tramo inicial, pudieron contemplar un enorme tambor canario, un quinqué gigante, máquinas molineras y muchas carretas con niños y no tan niños que no paraban de regalar papas, gofio amasado, pan con chorizo, carne (de conejo y otras), huevos y chochos (y es fácil que vuele la imaginación con esas tres últimas invitaciones). Una carreta, además, invitaba con su título a sumarse a la juerga: "Y arrállate un millo", decía.

A las parrandas o grupos de cuerda y baile bien organizados les seguían otros de mayor improvisación. Incluso, hubo hasta una especie de carreta móvil, cuyos jóvenes acompañantes giraban y giraban cual tiovivo. Seguro que acabaron mareados pronto, y no sólo por esas vueltas. Los más fieles, entre ellos Clavijo, portaban en su solapa una teja de pequeño tamaño con el nombre del santo en claro tributo a la fiesta y explicitando su "made in La Laguna". Lo hacían con orgullo.

Detrás de San Benito, la comitiva política dejó una prolongada charla del alcalde y ahora aspirante a ser cartel regional de CC, Fernando Clavijo, con el vicepresidente del Cabildo tinerfeño, el socialista Aurelio Abreu. Dos concejalas del PP también estaban por allí, pero, para los mal pensados, pareció como que el pacto actual salía fortalecido en un día en el que los socialistas también estaban pendientes de otro partido desde las ocho de la noche: el suyo, el que se jugaba en Ferraz.

Más tarde, con el santo ya dentro de su iglesia, las ganas de fiesta se desplegaron en numerosas casas particulares y en los citados núcleos de San Benito a La Concepción. El Argentina-Alemania difuminó luego el festejo, pero, para el que lo gozó, lo vio, oyó, sintió o palpó un rato, resultó evidente que por allí siguió oliendo a carne, huevo y chochos. Quizás no salga en tantas televisiones del planeta Tierra como ciertos jugadores que alcanzaron anoche la gloria, pero San Benito volvió a hacerse ayer más mundial que nunca. Si fueron a Aguere, lo comprobaron; si no, "arrállense un millo" el próximo año.