El barranco de Santos parte Santa Cruz en dos como un tajo natural. Cuando llueve mucho y corre el agua, tanto chicharreros como visitantes se quedan embobados por el espectáculo. La obra "faraónica" para transformar sus márgenes en una vía de tráfico, que casi nadie usa (cosa de las mentalidades) y "unir La Salud con La Noria en pocos minutos" puso de nuevo en candelero a este accidente geográfico con nombre de conquistador: Diego Santos. El resto del tiempo ha estado, está y estará ahí, pero parece invisible. El pasado lunes, la trágica muerte de una persona volvió a focalizar todas las miradas en el viejo cauce y sus cuevas.

El lecho estaba ayer reseco en una mañana calurosa de verano y los "pobladores" procuraban protegerse del sol. Desde el puente de Loño hasta el de El Cabo, en la desembocadura, pasando por Zurita, Salamanca, Galcerán y Serrador, "otro mundo" surge poco a poco. En Bajo Candelaria, en La Salud, aparecen las primeras pruebas de vida: una precaria escalera y una solitaria silla. La imagen se repite en la trasera de Febles Campos y ya en Salamanca, la ruta conduce al escenario de la muerte. Resulta difícil discernir cómo alguien puede caber por el pequeño hueco "dibujado" en la pared.

Desde el viejo puente de hierro de Duggi, con el hotel Escuela y el Estadio como fondo, a "vista de pájaro" aparece el principal asentamiento de hábitat en cuevas.

Tras descender hasta el lateral del pabellón Ana Bautista, junto a las canchas exteriores, se descubre un paisaje de ropa tendida y tiendas de campaña en las oquedades laterales en las que culminan las escarpadas laderas.

"Aquí violaron a una chica hace mes y medio y se tapó todo, aunque intervino la Policía". Lo asegura Valery, un ucraniano que con su perro Odin se ha convertido en "inquilino" de una de las quince cuevas ocupadas "por gente que viene y va", explica.

Después de llenar varias garrafas en el único grifo del entorno, casi grita: "No quiero vivir en esa sociedad que está ahí fuera". Lejos de querer ser anacoreta, "la mayoría viene porque no hay otro sitio a donde ir", apunta. La desgracia los ha vuelto a sacar a la luz, pero lo habitual es mirar hacia otro lado y no verlos. Aunque están vivos y en el barranco de Santos.