Nos parece muy bien que el Gobierno de Canarias haya sacado a concurso las seis primeras rutas del denominado Fondo de Desarrollo de Vuelos. Como hemos informado, las convocatorias están disponibles en la página corporativa de Promotur Turismo de Canarias. Estas seis rutas han sido acordadas con los cabildos de las islas destinatarias de cada una en función de las necesidades y teniendo en cuenta su viabilidad y potencial de crecimiento. Punto este último al que queríamos llegar.

Nada que objetar a los enlaces aéreos entre La Palma y Leipzig, Lanzarote y Lyon, Las Palmas y Roma o Fuerteventura y París. Todos ellos, según anuncia el viceconsejero de Turismo, Ricardo Fernández, podrían estar operativos a finales de octubre de este año -es decir, en la próxima temporada de invierno-, mientras que la conexión entre Tenerife y Nueva York -que ya ha existido en el pasado- funcionaría a partir del próximo verano. Lo que nos sorprende mucho es esa anunciada conexión entre La Gomera y Londres a partir de la temporada de invierno de 2015. Sin caer en el habitual chiste fácil, ¿reúne el aeropuerto de La Gomera condiciones para recibir y despachar vuelos internacionales? Cabe suponer que sí, si está en la mente de los responsables políticos del sector turístico en Canarias -a los que tenemos por personas serias- el establecer esa conexión. La segunda pregunta que nos planteamos es si a la isla de La Gomera, con una naturaleza única pero también limitada y frágil, le conviene aumentar masivamente la afluencia de turistas.

Anuncia también el viceconsejero Fernández de la Puente que el Gobierno autonómico prevé sacar a concurso otras rutas de interés para las Islas en los próximos meses. De nuevo de acuerdo, pero sin olvidar que el Fondo de Desarrollo de Vuelos sustenta sus actuaciones en la concesión de incentivos a las compañías aéreas para que establezcan las líneas que Canarias, y dentro de Canarias cada isla como destino turístico específico, consideren necesarias. Es decir, subvencionamos a las aerolíneas para que nos traigan turistas. Una práctica que no es privativa de Canarias -hacen lo mismo otras zonas turísticas de España y del mundo-, aunque no por ello está exenta de polémica. Motivo por el cual apenas se publicitan estas prácticas. Lo deseable es que el grueso de esas subvenciones las aportasen las empresas del sector turístico, considerando que son las primeras beneficiadas con la afluencia de visitantes, y no la Administración con cargo al dinero público que siempre sale del bolsillo de todos los ciudadanos, sean estos camareros o fontaneros. De hecho ha habido que negociar con la UE la legalidad de conceder esas subvenciones a la sombra de la excepcionalidad de Canarias en función de su condición de región ultraperiférica. Si es por el bien de estas habitualmente maltrechas Islas, que así sea.

Otra cosa que seguimos sin entender, pese a encontrarnos ya en el último año de la legislatura, es por qué el turismo, siendo con mucha diferencia el principal sector de nuestra economía, se encuentra al cuidado de una viceconsejería por mucho que dependa ésta directamente de Presidencia. No estamos de acuerdo con el monocultivo del turismo. Sería suicida renunciar a la diversificación de actividades. No obstante, la realidad es pertinaz: nos guste o no, a día de hoy no tenemos otra alternativa que el turismo como soporte masivo de nuestros ingresos. Razón suficiente para que se merezca más que una viceconsejería. No nos parece mal que Ricardo Fernández de la Puente esté al frente de dicho departamento. Al contrario: pensamos que realiza una buena labor, muchas veces silenciosa y por ello poco conocida, aunque importante. Sin embargo, estaría mejor con el cargo de consejero.

El turismo es el único pilar sólido que le queda a la economía canaria desde que comenzó la crisis de la construcción. Una importancia avalada por la llegada de casi doce millones de turistas cada año, de los cuales cinco millones y medio vienen a Tenerife. Resulta curioso que hasta tiempos muy recientes no hayan existido estudios turísticos a nivel universitario y, sobre todo, que estos los haya implantado la iniciativa privada. Una muestra más del distanciamiento entre la Universidad y las necesidades de la sociedad que sostiene con sus impuestos a la enseñanza universitaria pública. Algo que no ocurre solo en Canarias, aunque son estas Islas las que nos preocupan.