La cosa en Santa Cruz va de plagas. Unas "mediáticas" como la de las pulgas del Pancho Camurria, algunas "misteriosas", caso de la de las chinches del centro de acogida municipal, y otras, simplemente "desconocidas" como la de moscas padecida en el entorno del Auditorio. Pero si hay alguna especialmente molesta y "silenciosa" es la de las palomas.

Estas aves simbólicas a lo largo de la historia tienen partidarios y detractores. Entre los primeros, la señora que se dedica, según denuncia un vecino, "a echarle arroz a mansalva como hace unos días en la Rambla. Las tiene cebadas. Los policías locales la han multado muchísimas veces y pido que intervenga Sanidad". Las imágenes que ilustran estas líneas están tomadas ayer en varias zonas: parque García Sanabria, con la "culpable" en acción, entorno de la piscina, avenida 25 de Julio... Y hay muchos más ejemplos.

Fuentes municipales explicaron: "El ayuntamiento tiene un sistema para eliminar las aves y un servicio contratado para ello, pero es un tema delicado por los protectores de los animales". Eso está bien, pero ensucian, sus "huellas" dan mala imagen al visitante y pueden perjudicar a la salud. No están entre las siete plagas bíblicas, pero lo cierto es que les falta poco.