Fue en 1991 cuando Guachipanduzy subió al escenario del concurso de murgas de Santa Cruz de Tenerife por primera vez. En el grupo fundacional, muchos llegados de Rebelchichas, Ramón Rodríguez -el presidente de la asociación de vecinos El Rocío-, Víctor Asensio -llegado de Nobleza Canaria antes de dar el salto y resucitar a Diablos Locos-, Juan Pedro Ferraz, Zeben, Toni Herrera, Tino Expósito "El Piojo", Carlos Alexis Martín, Raúl y Paco Martín... A ellos se sumaron los noveles Gilberto "El Chamo" y Alí. Era el núcleo duro, el corazón de la murga tradicional, que siempre se ha mantenido fiel. Hace quince días, Guachi decidió echar el cerrojo a su local, curiosamente cuando, después de más de 25 años, el ayuntamiento ya le estaba acondicionando el cuarto de baño que, parece, nunca estrenarán. Toda una paradoja.

En la historia de Guachi, la murga heredera del local de Trasnochados, y tal vez de esa crítica comprometida -aunque más ácida en el caso de los de Luis Mariano-, los premios no han sido su fuerte. El doblete de segundos de Interpretación y Presentación en 1993 son su mejor aval, salpicado con un tercero de presentación en 1995 y premios de consolación que siempre se agradecen: el Trofeo Mamá Lala 1992, de Triqui-Traques; el galardón al mejor director ("Borja Reyes", de Ni Pico), a Luis Mariano, y a la percusión (Jorge González, "El Palmero"), 2012.

El mejor premio de Guachi no cabe en un cartón, tal vez para que no caiga en papel mojado... A ellos siempre se les ha atribuido ser capaces de cantar lo que nadie se atrevía, incluso por ser políticamente incorrectos, pero necesarios, tanto con la propia clase política como con el común de los murgueros.

La primera prueba de fuego llegó en 1994. Esa edición iban "cargados" en su crítica contra el equipo de gobierno local, tanto a la concejala de Fiestas, Maribel Oñate, como al resto de ediles. Eso trascendió, y se quedaron fuera de la final. Y peor aún, eran los novenos y, según el acuerdo de los propios murgueros, actuaría en la deliberación quien quedara a las puertas de la final... Oñate prefirió que cantaran Ni Picas, pero no fue nadie.

Al año siguiente salieron, en 1995, y echaron el resto en un repertorio completo para su madrina, "La muñeca diabólica". Un esfuerzo suficientemente grande que agotó las fuerzas y en 1996 los llevó a tomar un descanso. Desde entonces, ya se habían quedado solos. Vendidos, tirados por sus propios compañeros.

En 1997 retornaron, sin Luis Mariano González ni Víctor Asensio -que ya triunfaba desde el año anterior en Diablos Locos-. Regresaron con José Luis Melo en la dirección, mejor músico que maestro murguero, y más cuando se tiene que sustituir a Luis Mariano. Aunque resulte anecdótico, gracias a Guachipanduzy una murga de Las Palmas cantó durante la deliberación de la final de Santa Cruz: Melindrosos. Otra paradoja. Lo que a ellos les negaron dos años antes, ellos lo consiguieron para un grupo de Las Palmas en la gran final de Santa Cruz. Resuena aún en la memoria la frase del director de Melindrosos a la afición de Santa Cruz: "¡Esto sí es un pedazo de afición, y no la de Las Palmas!". Dos años después, en 1999, Domingo Plasencia se pone al frente del grupo con David Padilla como director musical, quien a la edición siguiente asume la dirección artística también. Lo que parecía un giro hacia la murga más comercial acabó por sacarle los colores a Luis Mariano González, quien, desde la grada, o mejor desde la televisión, vio cómo aquellos Guachis solo se parecían a su murga en el nombre. En el año 2000, cantaron una letra de Santi Martel que arremetió contra el padre de las murgas, Enrique González Bethencourt. Fue lo que necesitaba Luis Mariano para coger las riendas del barco y evitar nuevos desatinos.

Guachi fue la voz de la conciencia de la "reforma Mengíbar": 2001. En 2002, compromisos familiares obligaron a Luis Mariano a dejar la batuta de Juan Carlos Afonso. En 2004 volvería Melo y, en 2005, regresa el maestro, Luis Mariano.

Desde entonces hasta la fecha, era más difícil salir. Conseguir componentes comprometidos. Acudir a cada ensayo con la ilusión del primer día y sabiendo que ellos vendían 50 suéters cuando otras murgas agotaban miles en 48 horas.

En 2008 no salieron y retomaron su cita con el público dos años después, en 2010. Innovan con una rifa de un euro cuyo premio es salir a cantar con la murga, con disfraz incluido; en 2013 suprimen las cuotas para que el dinero no sea un obstáculo y pueda salir el que quiera en Guachi. Casi casi... una ONG murguera. Pero la falta de premios o de pases a la final les termina pasando factura. Desde su estreno (1991) hasta 2002 estuvieron entre los mejores, salvo en 1994 y 1997. Esa buena trayectoria se invirtió y desde el 2002 solo pasaron a la final en 2005 y 2012. En los últimos años, cada ensayo reunía una media de quince componentes... muy duro cuando Luis Mariano dejaba en casa a la familia o al día siguiente había que madrugar.

Guachipanduzy cierra el ciclo, al menos por ahora, y con su adiós el Carnaval pierde a la murga tradicional, a la de siempre.

Trabas prescinde de Carlos Estévanez

Carlos Estévanez, componente de Trabas durante 20 años y director en las últimas tres ediciones, ha sido relevado al frente de la murga y sustituido por Airam Hernández, el mismo a quien Estévanez (Santa Cruz, 1976) sustituyó. Con Carlos Los Trabas fue comercial, incorporó y potenció a Emilio Romero en letras, a Paco "El Máquina" en el apartado musical en su intento por "sacar del caldero" las voces de la murga. Y hasta promocionaron una radio. Ahora, tal vez, vuelva a fila.

Julio Alexis, en rondalla Mamel''s

Director musical de Bambas y Bambones, y de Trapaseros (Los Realejos, y ganadora los últimos 4 años en el Norte), Julio Alexis Fernández Calzadilla volverá a sus orígenes: la rondalla. En El Cabo le salieron sus dientes. Allí militaban sus padres; su padre fue director de cuerdas con el mismísimo Faustino Torres. Para 2015, Mamelucos y Bambones "se unen". Entiéndase como una licencia de color. Julio Alexis será el director del coro de la rondalla de la Casa del Miedo que dirige Richar Casanova.