Una nueva nacionalidad se ha sumado a las comunidades extranjeras que eligen Canarias como lugar de residencia y, en muchos casos, como el retiro ideal para la última etapa de su vida. Su presencia es todavía poco numerosa -apenas 2.900 personas, según los datos provisionales del padrón municipal de 2014-, pero, a diferencia de otros colectivos, se incrementa año tras año.

Los rusos constituyen una comunidad que presenta unos rasgos muy definidos en las Islas. Los caracteriza, en líneas generales, su elevado poder adquisitivo, algo de lo que parecen haberse percatado los grandes centros comerciales. No es extraño encontrarse en estas instalaciones con carteles escritos en caracteres cirílicos, con mensajes por megafonía dirigidos específicamente a este colectivo o, incluso, con expositores en los supermercados repletos de las especialidades de este país del Este.

"Llegan a España con capital y en busca de negocios y oportunidades inmobiliarias", expone Josefina Domínguez, profesora titular de Geografía Humana en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y estudiosa del fenómeno de las migraciones. Su interés por las "gangas" del mercado de bienes inmuebles, para luego vender las propiedades adquiridas a bajo precio, ha contribuido a abaratarlo, explica.

No se trata, por lo tanto, de una inmigración laboral, sino residencial. Se dirigen, sobre todo, a las zonas turísticas, en particular al sur de Tenerife. Aunque su número aún es modesto, los datos "demuestran la tendencia que también se aprecia en otras áreas costeras españolas: la irrupción de estos nacionales frente al retroceso de otros, especialmente británicos, alemanes y franceses".

Las cifras del padrón municipal refrendan ambos puntos: su presencia por el momento minoritaria y su constante ascenso durante los últimos años. Los algo más de 2.900 residentes rusos de 2014 suponen un 46% más -prácticamente mil personas, en cifras absolutas- que hace solo tres años.

En el mismo periodo -desde 2011-, la evolución de otras nacionalidades con cierta implantación en Canarias ha sido justo la contraria. Los naturales del Reino Unido han pasado de casi 41.900 a poco más de 32.300. La caída de los alemanes ha sido incluso mayor -de 44.500 a 32.900-, mientras que franceses, italianos y belgas también han experimentado mermas, aunque no tan significativas.

Tenerife concentra a la gran mayoría de los residentes rusos. Dentro de la Isla, se agrupan en los núcleos del sur más orientados hacia el turismo. Destaca Adeje, con 878 ciudadanos de esta nacionalidad, y también Arona, con 512. La capital, en cambio, solo registra a 87 rusos. Los datos, en este caso, están extraídos del padrón de 2013, el último que contiene cifras por islas y municipios.

En Gran Canaria, este colectivo tiene unas características diferentes. Ya no es ese "fenómeno nuevo" de inmigrantes adinerados e inversores. "No se aprecian las pautas de la atracción turística que sí se ven en Tenerife", dice Josefina Domínguez.

Se trata, más bien, de lo que resta de la colonia que se formó en Las Palmas de Gran Canaria alrededor del puerto de La Luz, al que arribaban los barcos de la flota pesquera soviética. Al calor de esta actividad se establecieron negocios de aprovisionamiento para los buques y de comercio internacional portuario (la popular Sovhispan, por ejemplo). Es, como lo describe Domínguez, "el peso del pasado".