Sergio Lojendio (@sergioloj)

Esa atracción natural entre el Teide y la Luna no representa un fenómeno astronómico nuevo. La historia del universo, hasta donde alcanza la memoria del conocimiento y desde el repaso de los orígenes míticos que los clásicos definieron a partir del caos, ha estado cuajada de continuos encuentros.

Pero, ciertamente, no deja de sorprender la ceremonia de la sombra del volcán tinerfeño alargándose sobre el paisaje de Las Cañadas, con el vértice de su pitón señalando el lugar donde espera, entre suspendida y ansiosa, una redonda y coqueta "superluna" que se presenta al atardecer en toda su plenitud.

El tránsito de tiempo que discurre desde el ocaso hasta el momento en el que las trayectorias de ambos fenómenos coinciden -alrededor de unas dos horas- resulta ideal para que los científicos rememoren desde la astronomía ese particular instante en el que estos eternos amantes repiten sus caricias, como si fuera el primer día.

Y asistimos al momento del perigeo, que define el punto donde el satélite se encuentra más cercano a la Tierra, y se sucede con el instante del apogeo que provoca alzar la mirada al cielo y descubrir cuál es la verdadera dimensión de la naturaleza humana en la infinitud del universo. Porque si bien esta alineación cósmica forma parte de una cita consentida y marcada de antemano -se repite con una frecuencia aproximada entre los 25 y 30 meses-, el hecho de poder vivirla desde la estación alta del teléferico, una atalaya a 3.555 metros de altura, genera un evidente efecto hipnotizador, casi de transitoria enajenación.

Ni siquiera unos contenidos suspiros de admiración rompen los fantásticos sonidos del silencio, cuando como una sombra, la complicidad del entorno, con ausencia de nubes y calima, invita a perderse más allá de una cúpula que parece cubrirlo todo.

Ante un espectáculo de tan singular belleza hay quienes hasta intuyen la presencia de las Hespérides, esas celosas guardianas que surgen al atardecer cuando las tinieblas empiezan a ganar la batalla de la luz y, mientras tanto, San Lorenzo se alonga a la ventana de la noche intentando en vano bañar con sus lágrimas las soñadoras Perseidas, un firmamento que esta vez la Luna llena "ensombreció" cuando el Teide la acariciaba.

Una tarde y tres fenómenos de luz y sombras

Miquel Serra, investigador del IAC, dijo que ayer fue un día especial, porque ya se intentó hace tres meses, pero por culpa de la calima no se vio. Serra explicó que hubo tres fenómenos: la evolución de la sombra del Teide en triángulo, que llegó a traspasar Tenerife y situarse sobre Gran Canaria; la superluna llena, que es el momento del atardecer en que aparece la Luna llena, la cual casi llega a rozar el pico de la sombra del Teide, así como el perigeo, que consiste en el momento en que la Luna está en el punto más cercano a la Tierra, cuando adquiere una mayor dimensión, que no es apreciable a simple vista, pero, sobre todo, si se percibe una mayor luminosidad. Ayer, 60 personas brindaron con champán en la estación del Teleférico.