"La situación puede parecer de risa, pero lo pasé mal. Fue una pesadilla". Lo asegura Mar -"tengo la licencia 545", taxista, que el pasado miércoles vivió una odisea, mezcla de "La cabina" de Mercero y "Dónde están las llaves", al quedarse "encerrada" durante dos horas en la zona del Parque Marítimo.

"Tengo un vehículo adaptado, llevo 16 años en el oficio y 11 especializada en la discapacidad. Realicé un servicio a las diez de la mañana desde el colegio Hermano Pedro, en Las Cabritas, hasta Cabo-Llanos. Llegué a las 10:20 y las dos pilonas de acceso estaban abiertas. Entré, los dejé y la educadora me pidió que la ayudara con los chicos. Me demoré 10 minutos y cuando fui a salir las pilonas estaban levantadas".

"Fui a preguntar al Marítimo, continúa, y me dijeron que no tenían nada que ver. Unos operarios de limpieza me avisaron de que había que pedir un permiso, cosa que ignoraba. Me dirigí al vigilante del Auditorio, donde hay otras dos pilonas delante, y tampoco era su competencia". Ya un poco desesperada, reconoce, "llamé al 061 y me dicen que es una zona peatonal y no podía entrar. Le contesto si quería que tirara a los discapacitados desde los 200 metros desde la pilona al nuevo acceso por el Castillo Negro. Además, me advierte de que si llamo a la Policía me pueden denunciar. Me sentí burlada, se reían de mí". Otra llamada: "Esta vez al 112, donde no sabían a quien compete tener la llave". Mar, cada vez más enfadada, se lanza a la avenida Marítima al mediodía, con un sol de justicia, y para un coche patrulla de la Policía Local. "Me trataron muy bien. No sé qué gestiones hicieron, pero tenían que marcharse y me dijeron que esperara". Al rato apareció un camión rojo de la empresa Acciona con dos operarios que, asegura Mar, "tenían por fin la llave, pero tras un buen rato manipulando la pilonas solo pudieron abrir una y de milagro". "Con mucho cuidado para no chocar en el espacio estrecho que tenía salí de allí cerca de la una de la tarde. Balance: una mañana de trabajo perdida", concluye.