Viven o cruzan cerca de las playas en las que nos bañamos y cuando están enfermos o heridos acaban varados en ellas ante la sorpresa de turistas por sus grandes dimensiones. ¿Sabe qué hacer si se encuentra a un cetáceo o una tortuga marina mientras toma el sol o se baña? Si la respuesta es no, siga leyendo.

Delfines, ballenas o tortugas marinas son "el termómetro de nuestros mares"; que esas especies estén amenazadas significa que todo lo que está debajo de ellas, que es básicamente de lo que nos alimentamos, también lo está, por eso no solo es importante ayudarles cuando estén mal, sino saber por qué lo están y remediarlo.

Es la idea en la que insiste Francisco Toledano, coordinador de la organización Promar, quien lleva más de quince años rescatando y devolviendo al mar, siempre que se puede, tortugas marinas y grandes cetáceos que quedan varados en la costa de Almería, frente a uno de los corredores biológicos más relevantes para la conservación a nivel mundial.

En ese periodo, estos ecologistas almerienses han atendido más de 300 tortugas bobas, seis tortugas laúd y decenas de cetáceos: delfines (listado, común y mular), ballenas piloto, calderones grises, zifios de Cuvier, rorcuales blanco y común... y hasta cachalotes.

Toledano tiene mil y una historias fascinantes sobre cómo han socorrido y recuperado a estas criaturas marinas, y en el caso de los cetáceos, "que son animales con tanta empatía y sentimientos", se le entrecorta la voz al recordarlas.

Recuerda emocionado el caso del delfín listado "Marcos", al que rescataron varado en la costa de Roquetas en el verano de 2012 y atendieron durante cinco meses y medio en un acotado de la playa de Almerimar, convertido en "hospital improvisado" para el animal, que estuvo permanentemente vigilado por voluntarios a pesar de las inclemencias meteorológicas. En ese tiempo le hicieron radiografías, análisis de sangre, un estudio psicológico y hasta vino a cuidarle el experto en delfines Richard O''Barry (conocido por la serie Flipper), pero nada de eso logró salvarle y el delfín murió el 2 de febrero de 2013.

Parte de la actividad de Promar consiste en informar a la población de lo que hacer en caso de toparse con uno de estos animales. En el caso de las tortugas, consisten en llamar al 1-1-2 y mientras llegan los veterinarios, si tienen un hilo de sedal asomando por el pico, no tirar de él porque podrían ahogarles; taparles los ojos con un trapo para que no vean y se relajen; mantenerlas húmedas; no darles nada de comer ni de beber.

Con los cetáceos: llamar al 1-1-2, que solo se acerquen un par de personas (el estrés puede causarle la muerte) y el resto permanezca en silencio; que no se le acerquen perros; echar agua para mantener al animal húmedo; y darle sombra y crema solar.

Sin miedo a los tiburones

No es californiano, ni se apellida Redford, ni habla con los caballos, pero el madrileño Karlos Simón puede convivir sin problemas con todo tipo de tiburones y es una de las pocas personas capaces de inducirles inmovilidad tónica en su propio hábitat. Con más de 6.000 inmersiones de experiencia en mares y océanos de todo el mundo, Simón asegura que uno de sus principales objetivos es "desmontar el daño que hizo Steven Spielberg con su película "Tiburón" en la que demonizaba al tiburón blanco y por extensión a todos los demás escualos, cuando no solo se trata de animales imprescindibles para el ecosistema marino, sino que se puede tener una buena relación con ellos." Este madrileño reconoce que se enganchó con el mundo subacuático desde su bautizo de buceo en Cayo Piedra (Cuba) en 1988 cuando se encontró por vez primera nadando entre selacimorfos, nombre científico de estos depredadores marinos. Tras hacerse instructor de submarinismo se especializó, entre otras cosas, en barcos hundidos, diseño de chalecos de buceo, filmaciones bajo el agua y, por supuesto, tiburones. "El miedo suele nacer de la ignorancia: hay casi 400 tipos distintos de escualos y, de ellos, solo 3 relativamente peligrosos".