Es curioso pero se ha vuelto a repetir. Cuando los gobiernos de José Luís Rodríguez Zapatero descollaban en todos los ámbitos de la política nacional, este Archipiélago fue tratado con embaucamientos coloniales en forma no de uno, sino de dos espléndidos "planes de Canarias" traducidos en 20.000 millones en inversiones que el transcurso del tiempo convertirían en otros tantos miles de millones de humillaciones, olvidos y ofensas al pueblo canario y al Gobierno de esta Comunidad. Ahora que los conservadores, desde el poder, están tratando de que los españoles olviden muchos episodios que los comprometen con la ignominia, el ciudadano, sobre todo el canario, tropieza con un conflicto personal traducido en no saber qué hacer ante los tratos vejatorios que emanan desde La Moncloa.

Durante años se vienen conociendo una ristra interminable de corrupciones, disparates e insultos a la ingenua inteligencia del común, que, estupefacto, se ha desayunado con bocadillos de eres, bárcenas, gurtels, jaumas, pujoles y unos trozos bien hechos de blindajes bancarios. Tal cúmulo de errores (es una expresión menos dura) han sido aceptados y hasta comprendidos por sus acólitos y aduladores, generando una serie de grupúsculos sedientos de poder por un lado y con residuos estalinistas por otro. Queremos decir que, hoy por hoy, no hay dónde elegir. El equipo de Rajoy, y él particularmente, está satisfecho... a pesar de que la deuda pública española supera el ¡billón de euros!, es decir, el 98,4% del PIB.

Caminan deslumbrados porque crean unos pocos miles de puestos de trabajo, olvidando que España continúa con cinco millones y medio de desempleados y la mitad de la juventud en paro o en "movilidad laboral", uno de los más admirables eufemismos creados desde el Ejecutivo central. A unos y a otros, en fin, les importa un bledo que isleños perdidos en el Atlántico queden olvidados desde un Consejo de Ministros.

La situación política que se va conociendo a medida que pasan los días (miedo del bipartidismo a Podemos), las promesas, las improvisaciones (lo del tristemente caso ébola fue una desorganización), conducen, inevitablemente, a que comience a surgir una nueva forma de pensar. Gobiernos de izquierdas y derechas se han atrevido a congelar y destruir lo que antes se denominó como Estado del bienestar y que los distintos equipos económicos, genuflexos ante Berlín y Bruselas, se encargaron de dejar convertida a España en un yermo donde sólo sobresalen los potentados.

Las últimas noticias que llegan aquí desde el Gobierno central inquietan. Constantemente, repetimos, incitan a la crítica porque el empecinamiento y la ceguera son actitudes enfermizas en política. Las luchas entre gobiernos y oposición deberían desaparecer si en las causas se esconden resentimientos personales o intereses con empresas privadas. Desde el Gobierno de Rajoy, como antes con Felipe, Aznar o Zapatero, se practican con Canarias unas resoluciones difícilmente entendibles, si no se admite que, en el fondo y en la superficie, existen intimidades execrables, lo que ha llevado a manifestar al presidente canario, Paulino Rivero, con toda la razón del mundo, que existe riesgo serio de una quiebra, de una "ruptura de relaciones" entre Canarias y el Gobierno central. Y es que Rajoy toma postura a favor de Baleares en contra de nuestro Archipiélago en el espinoso asunto de las prospecciones petrolíferas. Un presidente nacional no debe, ni puede, balancearse a favor de una comunidad agraviando a otra por el mero hecho de que, en este caso, la protegida balear esté gobernada por el mismo partido del ilustre gallego.

Repsol, la empresa privada, recibe del presidente de España el permiso para investigar la posibilidad de que, cerca de Lanzarote y Fuerteventura, existan petróleo o gas, o los dos. Permiso que ha ignorado las peticiones de todas las instituciones canarias que se han pronunciado en sentido contrario (exceptuando a la casta acomodada) y que nos devuelve a tiempos de la Conquista y de la aculturación de los canarios, inculcando todo lo que se pusiera delante. Hoy se acultura de otra forma: no hay arcabuces pero sí señores con corbata que arriban a nuestras costas con el engaño por bandera. Y siempre hay una guinda. Y esta vez la colocó el CCN, situándose junto a Rajoy y Soria. "Lo que no le convenga a Rivero no tiene por qué no convenir a los canarios", se ha dicho desde la organización política González. En el escenario político canario ha brotado un anhelado reto a la metrópoli.