Lope de Vega, creador de la comedia nacional que marcaría el antes y el después de la historia del teatro español, nunca conoció Canarias. Sin embargo, su amistad con el médico tinerfeño Antonio de Viana, que ejercía entonces en Madrid y había publicado en 1604 su Antigüedades de las Islas Afortunadas de la Gran Canaria, Conquista de Tenerife y aparescimiento de la ymagen de Candelaria, le fue suficiente al Fénix de los Ingenios para construir una de las piezas fundamentales de la literatura sobre Canarias y, por extensión, de la literatura indigenista que propiciaba entonces la conquista del Nuevo Mundo: Comedia famosa de los guanches de Tenerife y conquista de Canaria, fechada entre 1604 y 1606.

En esta "comedia seria", según Ignacio Arrellano, Lope narra cómo las tropas del Adelantado Fernández de Lugo vuelven por tercera vez a Tenerife para someterla al yugo del imperio español, enfrentándose a los guanches que, gobernados por el mencey Bencomo, defienden su derecho legítimo a permanecer en ella. Los aborígenes han echado abajo ya dos invasiones, pero en esta tercera expedición, la situación se agrava por el encuentro entre el capitán Castillo (soldado castellano) y la princesa Dácil (hija de Bencomo), así como entre los capitanes Valcázar y Trujillo con las bárbaras Erbasia y Palmira, respectivamente. Todo un culebrón, como ven. Los guanches consiguen derrotar a los castellanos nuevamente, pero en la cuarta contienda, la aparición de la Virgen de Candelaria y del Arcángel San Miguel acaban por convencer a Bencomo de que la lucha es estéril, puesto que "el Evangelio de Cristo / quiere tomar posesión". Convencido de que ante el poder de Dios nada se puede oponer, y profiriendo un inaudito "¡Viva España!", Bencomo cede a los intereses castellanos con el consabido triunfo del amor entre Castillo y Dácil, Valcázar y Erbasia, y Trujillo y Palmira, quedando "la población con tres casas / y con tan sagrado templo / de la virgen Candelaria, / que ha de ser nuestra patrona". Así de heavy.

Los guanches de Tenerife es vivo ejemplo de la literatura de propaganda del imperio español: teatro hecho a la medida de los intereses peninsulares y de su necesidad de evangelizar también con la cultura en un siglo, el XVII, en el que el teatro era lo que hoy el fútbol. Nada se cuenta en la comedia de la brutal realidad de los guanches vendidos como esclavos en las plazas de Madrid, Valencia o Sevilla. Como comedia, sin embargo, está muy bien escrita, y las situaciones cómicas, aunque ridiculizan hasta el absurdo a los aborígenes, son bastante ingeniosas.

Es de justicia recordar las versiones que sobre esta obra hizo la compañía Troysteatro en 1996 y en 2008, dirigidas por Rodríguez Abad y Ramos Arteaga, respectivamente. La primera reconstruía el tono mitopoético y épico de la conquista; la segunda revertía su sentido político y su comicidad. Exactamente los dos modos posibles de interpretar, en mi opinión, a Lope: o con él, o contra él.

La ilustración de este artículo, bajo el título de "Lope or", es obra del gran humorista y amigo Aarón Gómez.