El marqués era realmente un carpintero, no de ribera precisamente, sino de garlopa en mano, y dejó de trabajar al contraer "náuseas" con María Leal, dueña, entre otros inmuebles, del teatro Leal de La Laguna, que fuera construido en el año 1915, año de nacimiento de mi recordado padre. María Leal era igual de rica que de fea y en cierta ocasión le dio en su casa un medio amago de infarto que no pasó a mayores, no obstante lo cual el marqués mandó llamar al médico Miguel Melo para que la examinara. Entró en la alcoba el doctor y se acerca a la cama en la que se encontraba acostada María Leal, indicándole el marqués que se subiera el camisón por detrás para poder auscultarla, y una vez terminado el examen le dice el médico al esposo de la paciente que lo acompañara a un rincón de la alcoba, lejos de ella, para así poder hablar más íntimamente, en cuyo momento le dice el doctor al marqués: "Su mujer no me gusta nada", a lo que responde el marqués: "Coño, ni a mí tampoco".

En una ocasión bajaba la calle de La Carrera el "marqués" con unos empleados del teatro Leal, y se encuentran con el General Fagó, que subía por la misma vía, siendo entonces cuando el "marqués" le dice a Fagó: "Perdona, mi general, pero hoy no tengo nada que darte", a lo que contesta Fagó: "No se preocupe, marqués, usted sabe que tiene crédito".

Cambio radicalmente de tercio para darles cuenta de una simpática anécdota que tuvo como protagonista al pescador de La Hoya, en Punta del Hidalgo, maestro Polo, sucediendo los hechos en la iglesia de San Mateo, a la salida de una misa de duelo por un vecino de la localidad, a la que asistía el pescador descalzo, pues en aquella época era lo habitual. Cuando ya estaban casi en la calle, maestro Polo no ve el peldaño de madera de la puerta, y dando un terrible alarido exclama blasfemando: "Me cago en Dios", expresión que fue oída por una beata, quien lo increpa diciéndole: "No se cague en Dios aquí", y maestro Polo responde: "No coño, me reviro la uña del dedo gordo aquí y me voy a cagar en Dios en La Hoya Abajo".

Cuando mi abuelo estaba ejerciendo de procurador en los tribunales de La Laguna, últimos años del siglo XIX y las tres primeras décadas del XX, había un único juzgado en la ciudad cuyo secretario era un godo que se tiraba unos cuescos pestilentes y muy sonoros, largándoselos en cualquier sitio, no importándole la presencia de ningún testigo. Una tarde, mi abuelo toma rumbo al juzgado y su íntimo amigo, vecino y tocayo Juan Penedo le pregunta: "¿A dónde vas, Juan?", contestándole mi abuelo: "Voy a acercarme al juzgado a oír tirar al blanco".

Una noche regresan mi abuelo y Juan Penedo de haberse mandado unas generosas "perras" de vino en Las Canteras, en casa de Anacleto, y venían los dos algo "requintados", y deteniéndose mi abuelo delante de la puerta de su casa, en la calle Capitán Brotons, intenta abrirla, y entonces su amigo Juan Penedo le dijo: "Pero coño, Oliva, estás abriendo la puerta con un puro", remachando mi abuelo: "Ay Dios, Penedo, ya me fumé la llave".

En una ocasión le preguntaron a Santiago Carrillo: "Oiga, ¿usted es ateo?", a lo que el líder comunista contestó: "Sí, gracias a Dios". En otra oportunidad, el presidente del Congreso, dirigiéndose a Camilo José Cela le recrimina: "Señoría, está usted durmiendo", a lo que contestó el Nobel: "No, señor presidente, estoy dormido", momento en que aprovecha el presidente para decir: "Es que estar durmiendo y estar dormido es exactamente igual, es lo mismo", y es entonces cuando Cela ya no puede más y dice: "No me diga, señor presidente, que es lo mismo estar jodiendo que estar jodido".

: El portero abriendo la puerta de palacio y diciendo: "¿De dónde viene hoy el hijo de puta del marqués?", contestándole el noble: "Pues vengo de comprar y de que me colocaran un sonotone nuevo y es una delicia poder oír nítida y claramente".

Hasta la próxima y no me fallen.

*Pensionista de larga duración