La romería comenzó justo después de la celebración de la eucaristía, presidiendo el altar mayor -cuyo retablo está siendo restaurado en estos días- la imagen de san Roquito -en estos pagos como ocurre en Garachico al santo se le denomina en diminutivo, cuestión de cariño- y una imagen de san Agustín; las fiestas de Vilaflor son en honor a ambos santos.

Llama la atención del visitante que viene por primera vez a la fiesta la ausencia de carretas y carrozas, tampoco acompañan a la comitiva rebaños de cabras o de ovejas.

Abre la comitiva festejo-religiosa un grupo de jinetes y amazonas en briosos corceles. Luego la danza de cintas de Arico que enredan y desenredan las cintas en el elemento central característico de este tipo de danza, una lanza de casi tres metros; sin elementos ornamentísticos en la punta, el viento que suele reinar en la zona donde suelen bailar no recomienda semejantes accesorios. Los instrumentos musicales se reducen a castañuelas tocadas por las bailadoras y tambores tocados a una sola baqueta. Según explican, se debe a que esta danza en su origen se tocaba con "pita" y tambor. Pero que cuando fue recuperado hace unas décadas no fue posible conocer el toque de la pita, por lo que prefirieron "dejarlo cojo" que inventar un toque.

Un par de agrupaciones folclóricas y vecinos y vecinas, ataviados con vestimenta típica o tradicional -bastante respetuosos con la tradición- conforman una romería sencilla y humilde que puso en el mediodía de ayer el tipismo y el folclore en el pueblo a mayor altitud.