El proyecto para la rehabilitación del templo masónico de Santa Cruz de Tenerife costará entre tres y cinco millones de euros y se calcula que cerca del 70% de la aportación será privada (un máximo de 3,5 millones). Así lo expuso ayer Florentino Guzmán Plasencia, concejal delegado de la Sociedad de Desarrollo, que encabezó ayer una visita al templo para medios de comunicación.

Plasencia prevé que antes de las elecciones esté listo el estudio previo del estado del templo, que precederá al proyecto de rehabilitación. El concejal recordó que cualquier persona o entidad que quiera colaborar con este símbolo de masonería puede hacerlo a través del número de cuenta que se facilita en la web de la Fundación de Amigos del Templo Masónico.

Mientras que todo esto ocurre, el concejal socialista se ha marcado el reto de dar a conocer el templo y la masonería tal y como era, "tolerante y abierta". "Queremos quitarle 70 años de contrainformación", añade.

Para ello, se van a iniciar una serie de visitas guiadas al templo, que comienzan este jueves, a las 15.30 horas, y ya hay 1.200 personas inscritas. Un récord que ha obligado a ampliar las visitas de un solo día a la semana a dos (jueves y viernes, de 15.30 a 18.3o horas) y a formar una lista de reserva.

En estas visitas, se les explicará la especial importancia de los números 3, 5, 7, 9 y 11 en el interior del edificio, que puede observarse mediante la repetición en los elementos ornamentales (siete surcos tienen las columnas de la sala principal).

El templo masónico es un proyecto de Manuel de Cámara que fue inaugurado en 1904, aunque no fue hasta 1923 cuando se terminó su fachada, según explicó ayer la historiadora Ana Benedicto.

La sala de reflexión, una gruta excavada en la piedra que conduce a una pequeña circunferencia desnuda, "no se observaba en el proyecto original", pero se realizó "a conciencia" para llevar a cabo "el ritual de iniciación", explicó la historiadora. Este ritual consistía en una noche de reflexión "sobre la futilidad de las cosas". Después podía entrar en la sala, para ser aceptado en la Logia Masónica de Añaza, que es la que moraba en este templo hasta que fue arrebatado por el golpe militar de 1936.