Que nos dejó en Madrid el gran tenor Alfredo Kraus, y hoy igual que ayer su recuerdo sigue perenne en la memoria de muchos aficionados a la música clásica, por lo que creo es de justicia recordar a una de las figuras más importante que ha dado nuestro acerbo cultural. Lo hago a través de estas líneas que me ofrece amablemente esta casa, donde cada lunes intento evocar mis recuerdos y vivencias personales.

Alfredo, reconocido por todos, fue uno de los tenores líricos ligeros más importantes de la segunda mitad del siglo pasado, pero en lo que me atañe, y es una opinión muy personal, lo considero uno de los más grandes de la historia de la lírica, sentir que comparten muchas personas, entre ellas mi buen amigo don Manuel Villate, al que deseo mucha salud y espero hacer una visita cuando pase un poco esta "calufa".

Tesitura con una voz clara y redonda, seguridad, técnica de apoyo aprendida en Italia del maestro Lamberti y otros grandes profesores, enorme disciplina, y muchas otras excelentes virtudes son las que le hicieron infalible durante su larga carrera en la que no canceló nunca una función o concierto. Todas esas particularidades mostraron al mundo que nuestro paisano tenía una voz distinta, que fraseaba mejor que nadie, y que el estudio y constancia le llevaron a mejorar sus ya portentosas facultades, especialmente en los agudos. Por suerte, ahora puedo verlo siempre que quiera gracias a internet, como en un video donde canta el brindis de La Traviatta junto a Domingo, Carrera, Aragall, Pons, Lavirgen, Caballé, Lorengar y Berganza, en la inauguración del teatro de La Maestranza de Sevilla en 1992, y donde sobresale por encima del resto de los intérpretes. También destaca en el 75 Aniversario del Metropolitan de New York o en una Favorita en el Liceo de Barcelona, que se le escucha por encima de la orquesta, coro e intérpretes.

Durante los siete festivales que hizo con nuestra querida ATAO y donde cantó prácticamente todo su repertorio, tuve oportunidad de tenerlo como amigo y de comprobar su sencillez, timidez y humildad. Le encantaba de la cocina canaria el pescado, el cabrito o el conejo frito, y sobre todo degustarlo donde pudiera pasar desapercibido. Por eso cuando sus rivales y algunos críticos le tachaban de distante, frío y calculador, digo que simplemente no lo conocían. En la red también he podido ver sus Máster Class en los teatros más importantes del mundo, donde sus alumnos manifiestan el gran aprovechamiento que han sacado a sus carreras al pasar por las manos de este ilustre de la música.

Aproveché la navegación para volver a visionar una entrevista de más de una hora que le hizo el escritor y periodista Fernando Delgado, donde hablaba de sus convicciones puristas y del respeto a los creadores, compositores y libretistas. En su vida personal fue un hombre intachable, enamorado de su mujer, Rosy, de sus cuatro hijos y nietos. Cuando le preguntaban por el mejor idioma para cantar siempre contestaba que el español, aún recorriendo el mundo entero, cantando en los mejores teatros, compartiendo escenario con los más ilustres compañeros de reparto y los directores más importantes. No estaba de acuerdo con el traslado de época de las óperas, consideraba que había que ser fiel a cada historia.

Un día, no recuerdo si en el hotel Mencey o en casa, firmó toda mi discografía, y recuerdo sus palabras entre risas: ¡tienes más discos que los que he grabado! Ahora leo con una pizca de nostalgia pero con alegría, esas palabras cariñosas que dejó en mis discos, añoranza, porque no está con nosotros, y orgullo y júbilo por haberlo conocido y demostrarnos el afecto mutuo que ambos matrimonios nos teníamos.

Haciendo este repaso me doy cuenta que los discos prácticamente ya no sirven, que en internet lo vemos, escuchamos y gozamos de sus interpretaciones. No me canso de oírlo cantar una canción popular y de autor desconocido titulada "La Golondrina", o esa espectacular creación única que hacía del aria de Guillermo Tell. Entren, disfruten y comprueben de viva voz sus clases magistrales, entrevistas, opiniones sinceras, pero lo que más admirarán es que jamás podrán denominarlo divo. ¡Qué mala es la envidia! Descansa allá donde estés, maestro y amigo.

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