Entrar en el teatro Guimerá impone respeto escénico. No se contagiaron de esa elegancia los protagonistas de la función del sábado noche, que está claro que no lo sintieron como su Falla. Y se echó de menos en la actuación de la Chirigota del Canijo, en un espectáculo más ambicioso en el nombre que en la puesta en escena: "Homenaje al Charlot". En números se redujo a diez minutos de las casi dos horas y cuarto que duró la segunda y última función de la cita con las Divinas de la Muerte.

Quizás en la Tacita de Plata está aún en boga que Canarias es seguro de sol, pero aquí no vino a hacer turismo de sol y playa la chirigota, por más que sobre las tablas del Guimerá la mayoría del tiempo los del Canijo permanecieran en cholas y pantalones cortos, más propio de un bañador que de un disfraz. A la chirigota le faltó presencia, claro que su tipo parecía rescatado del baúl de la abuela, como quien pide las dos guitarras prestadas para presentarse en ambas sesiones que reunieron a unas 1.200 personas o acude "in extremis" en busca de un disfraz para la gran final.

El propio Canijo fue el maestro de ceremonia. Arrancó con una copla desnuda, como él mismo dijo. A capella y sin más compañía. Haciendo espectáculo de una improvisación. Presentó el pasodoble que escribió a las petrolíferas como quien se lo muestra por primera vez a los compañeros del grupo. Echó mano del móvil y entonó las estrofas, con un arte que disfrazó el error de no saber la letra. Aunque no es gaditano, tiene tablas y arte para salir airoso con un público que pagó porque lo hicieran reír.

Siendo el rey del Guimerá, el Canijo siguió. Y apadrinó a un trío de gaditanas, sin disfraz, que acercaron con buenas voces un pedazo del Cádiz de los Regaeras, el pasodoble de Jesús Bienvenido al maltrato a las mujeres o la exquisitez del gran Paco Alba cuando comparó a la mujer con una guitarra, o algo más contemporáneo, una historia de amor de Antonio Martínez Ares. En ese momento entró la chirigota las Divinas de la Muerte, con disfraces que incluían pelucas de todo a un euro... El trío femenino se despidió con ellos con un popurrí de Los Que Salimos por Gusto. Los de El Canijo se vinieron arriba. Se les esperaba y las chicas del Trío Gades habían dejado ganas de Carnaval. Pasodoble de las Divinas de la Muerte, cuplé y popurrí especialidad de la casa: "A veces las cosas grandes son las pequeñas; vive la vida sin tener miedo", sentenció el autor en su repertorio.

A partir de ahí se deshicieron de los "disfraces" y aparecieron con camisetas negras con el nombre del faro que los alumbra; unos con cholas de playa, otros con alpargatas; unos en pantalón corto de un color, otros de otro... Era la chirigota, y parecía un chiste. Aunque malo.

Desgranaron la antología preparada: de los Juan Palómez pasaron a Mejor no Salgo... Sensacional el magisterio del Canijo en su letra del pasodoble a los padres: "Yo no soy tu miniatura", cantaron... Y desde el palco se oyó el clásico gaditano "ole, ole y ole, y el que no diga ole que se le seque la hierbabuena". Y eso que la noche del sábado no estaba en el Guimerá María "la hierbabuena", versión hortelana en Canarias. Momento álgido fue cuando implicaron al público en su popurrí. Y mantuvo el pulso, y lo acrecentó si cabe con el pasodoble que dedicó a Amate, de una excepcional calidad en la letra. "¡Eso sí que es una chirigota!", coreó el público... En ese momento llevaban ya casi una hora y media de espectáculo. Comenzó a decaer el ritmo con el especial Operación Triunfo que improvisó el Canijo al presentar a los seis fichajes para su chirigota 2015, cada uno cantando un clásico gaditano. Decayó el ritmo a pesar de que incluso ellos se echaron al patio de butacas en busca de un aplauso fácil que no impresionó. Para cerrar, un descafeinado homenaje a Charlot para justificar el poder de convocatoria, donde chirigota se diluyó con la murga All Star para cantar al personaje recordado un tema de la comparsa Beatles (1965) y cerrar con "Vivo en un archipiélago", en un quiero y no puedo: murgueros con vaqueros cantando con sus chaquetas de Carnaval. Nadie dijo que quien entregó el ramo de flores a la viuda de Pedro Gómez Cuenca era el Charlot de Lanzarote.

El ingenio y dominio de la escena del Canijo salva tanto la función como hipoteca el éxito a su recurrente referencia física. De ahí su temor a los Natural House...