Fulgurante estrella planetaria del séptimo arte en los sesenta, volcada después en la protección animal, amante y esposa de creadores que marcaron como ella el siglo XX, la bellísima y siempre polémica Brigitte Bardot cumple mañana 80 años retirada del mundanal, sin que los franceses la hayan olvidado.

El recuerdo es tan vivo que la propia "B.B.", siglas por las que se le conoce desde sus primeros éxitos, ha rogado a sus admiradores que dejen de felicitarle por su cumpleaños.

"!Dios mío, que avalancha de cartas maravillosas, de flores y regalosÑ ÑÑÑNo me enviéis ya nada más, os lo suplico, estoy sumergida!!!" escribía el jueves desde la red social Twitter, donde cerca de 11.800 personas siguen sus hasta ahora 37 tuits.

El último, para dar cuenta de su visita sorpresa al trimarán ecologista "Brigitte Bardot", de la organización Sea Sheperd, ayer por la tarde en el puerto de Saint-Tropez. Primera aparición pública en diez años, según los medios locales.

Presencia rara, como lo fue también la ofrecida el 25 de septiembre desde el canal público France 2 con la primera entrevista televisada que acepta en más de un decenio, rodada en "La Madrague", una de sus dos villas de la Costa Azul francesa donde reside.

Su alejamiento no sorprende a sus compatriotas. Desde que en 1973 dejó el cine para dedicarse a la causa animal, sus intervenciones públicas, a veces calamitosas para ella, condenada en cinco ocasiones por incitación al odio, se han reducido al máximo.

En 1996, su segundo exmarido, el actor Jacques Charrier, y su hijo Nicolas, su único vástago, la denunciaron por atentado a la vida privada al haber sido tachado el primero en una autobiografía de "violento, machista, impresentable y borracho"; el segundo de indeseado "tumor que se nutría de ella" durante su embarazo.

Muy crítica también con homosexuales, sin techo y musulmanes, la exlegendaria icono sexual mantiene, sin embargo, que hará y dirá siempre lo que piensa, sea cual sea su coste.

La apabullante generosidad que despliega en favor de las más indefensas criaturas del reino animal no impide a Bardot oponerse rotundamente a que los clandestinos puedan rehacer su vida en Francia, e incluso los inmigrantes con papeles en regla pueden ponerle nerviosa si estima que peligra la identidad nacional.

Por eso sueña con que su amiga Marine Le Pen, "la Juana de Arco del siglo XXI" en su opinión, "salve el país" una vez conquistado el poder con el partido ultraderechista y xenófobo que fue el más votado en Francia en los últimos comicios europeos, el pasado mayo.

Difícil que desaparezca así la animadversión que nunca dejó de provocar entre una parte de la opinión pública. No siempre la misma.

A finales de los setenta, en Canadá, sus primeras y poco hábiles declaraciones ante las cámaras de todo el mundo contra la matanza de bebés foca inauguraron una serie de hecatombes mediáticas.

La audacia y la espontaneidad que junto con su belleza le hicieron ser adorada por medio mundo tras rodar "Et Dieu... créa la femme", con Roger Vacim, su primer marido; y le convirtieron en la primera actriz en dar su rostro a "Marianne", busto oficial que simboliza la República francesa, jugaron también contra ella.

En la tendencia ultra que defiende desde más de dos décadas, algunos ven la influencia de su cuarto esposo, el industrial Bernard d''Ormale, figura próxima de esa corriente política que en 1992, cuando contrajeron matrimonio, lideraba Jean-Marie Le Pen.

Los actores Jean-Louis Trintignant y Alain Delon; su tercer esposo, el millonario suizoalemán Gunter Sachs; y el cantante Serge Gainsbourg -quien creó para ella el entonces escandaloso tema "Je t''aime moi non plus"- fueron algunos de los hombres que amó y que marcaron su destino.

Cantante, protagonista de medio centenar de filmes de cineastas como Clouzot, René Clair, Louis Malle o Godard, "B.B." superviviente de varios intentos de suicidio, afirma que son los animales su alegría y que hizo lo necesario para que la fundación que creó en su beneficio perdure.

Mantiene, además, que si muere sin haber logrado que la carne de caballo deje de comerse en Francia, y sin que se prohíba torturar a los animales durante matanzas sin sedación, de acuerdo con las normas "halal" y "kosher", su vida habrá sido un fracaso.