Ahora que vuelve a estar de moda la forma de reunión en círculos gracias al fenómeno Podemos, empecé a reflexionar sobre esa figura, la circular, en la historia de la cultura y la arquitectura, e investigando de dónde venía esa circularidad acudieron desde distintos lugares de la memoria otros círculos muy importantes en nuestra historia reciente, los Círculos de Bellas Artes, y me pregunté por qué se llamaron así.

De un punto salté a otro y tratando de responder a esa pregunta me adentré en un bosque de conocimiento infinitamente más amplio que la curiosidad inicial, y me perdí en una historia tan interesante (la larga y amena cronología de hechos que separa los primeros círculos culturales de la intenciones actuales) como inabarcable para un simple artículo de difusión como este. En un claro de tanta frondosidad volví una vez más la mirada a la arquitectura: veamos cómo se han puesto en pie algunos edificios circulares interesantes, y cómo la arquitectura ha aprovechado esa circularidad, símbolo cultural, durante miles de años.

Estos lugares circulares han sido diseñados, destruidos, reconstruidos, rehabilitados, reanimados y acondicionados culturalmente una y otra vez, manteniendo, algunos, su vigencia hasta el momento actual. Tanto es así que en muchos casos se siguen utilizando para actividades culturales de distinta naturaleza, y, aunque ligados ahora a otro deber de la humanidad -el de lograr su conservación para las generaciones futuras- siguen cumpliendo con su función primigenia: compartir cultura.

Así, en algunas culturas, desde los momentos iniciales, el círculo suele relacionarse con el tiempo, sin principio ni fin. El ouroboros (la serpiente que se muerde la cola) o el pescado que hace lo mismo ilustran esa simbología. Y así es la cultura también, cuyo aprendizaje no tiene (o no debería tener) ni principio ni fin, y va indisolublemente ligado a la historia de la humanidad.

Búsqueda de la inspiración en el diccionario de Símbolos de Cirlot

La arquitectura ha buscado inspiración también en el diccionario de Símbolos de Cirlot, donde el círculo o disco es, con frecuencia, emblema solar que, asimismo, tiene correspondencia con el número 10, por lo que simboliza, en muchas ocasiones, el cielo, la perfección o la eternidad. Hay una implicación psicológica profunda en este significado del circulo como búsqueda de la perfección que afecta también a los artistas y arquitectos que exponen, investigan y plasman sus creaciones en un espacio circular. Por ejemplo, en el caso del diseño del Museo Guggenheim de Nueva York, cuyo proyecto se vio envuelto en complejas discusiones entre el arquitecto Frank Lloyd Wright y el cliente (Solomon Guggenheim) con la ciudad, el mundo artístico y la opinión pública, debido al contraste de sus formas dentro de la convencional e invariable retícula de la ciudad de New York, o sea, debido a su circularidad.

Wright, muy pragmático de cara a la opinión pública y para salvar su proyecto, dio toda clase de explicaciones sobre la funcionalidad de la circularidad del edificio, explicó que para el visitante de un museo es mucho más agradable entrar en el edificio, subir con el ascensor hasta el nivel superior de la elegante rampa helicoidal e ir descendiendo lenta y casi procesionalmente por ésta, rodeando todo el suave círculo de la planta del edificio. El arquitecto murió antes de poder ver completamente finalizada su obra, pero desde el día de su apertura su forma de blanca y elegante cinta enrollada de forma cilíndrica se convirtió en una obra de arte.

Por eso es para mí un edificio de referencia, que demuestra cuán valiente hay que ser para llevar adelante una nueva idea. En Wright no todo es funcionalidad en su filosofía, sino que también, como la circularidad de Nietzsche y su eterno retorno, el museo también buscaba, y creo que podemos decir que encontró, esa eternidad y quién sabe si tal vez Wright también pensó en la idea aristotélica del tiempo: un tiempo infinito.